La inmensa mayoría de los dominicanos desconfían de las intenciones de los organismos internacionales con relación al tema migratorio y por eso el rechazo casi generalizado a que se suscriban los pactos mundiales por las Migraciones y el de los Refugiados promovidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Hay que recordar los inclementes ataques que desde agencias de la ONU se perpetraron contra República Dominicana.
Se duda de la buena fe de una ONU para con República Dominicana frente al problema que le representa un Haití, al que ese organismo mantuvo intervenido por más de diez años y no pudo encaminarlo por las sendas del desarrollo económico o institucional.
Por tal motivo, el Gobierno dominicano ha actuado con prudencia al abstenerse de firmar esos pactos.
República Dominicana ha dado muestras más que suficientes de ser una nación solidaria con el inmigrante, igual cuando le ha tocado acoger verdaderos refugiados y de paso aplicó un modélico plan de regularización de extranjeros, el primero de ese tipo completamente gratis a nivel global.
República Dominicana está comprometida y obligada por su propia Constitución a respetar los derechos humanos de todos, tiene sus leyes migratorias, las cuales debe aplicar en función del interés nacional.
Nuestra nación está comprometida con los enunciados generales de ambos pactos y así lo ha venido demostrando, pero debe cuidarse de que no quieran usar interpretaciones futuras de lo hoy pactado para cargarle al país las crisis de otros, provocadas por otros.
En esa materia, definitivamente, la ONU no les genera confianza a los dominicanos.