Buena parte de la aventura filosófica de Andrés Merejo, tejida a lo largo de más de tres décadas, y reiterada en su ensayo Filosofía en tiempos cibernéticos y transidos (2023), descansa en hacer comprender la constitución socioantropológica, ética y epistemológica del sujeto cibernético como ciudadano global.
Un individuo transido, adolorido a causa de las laceraciones que la deriva tecnológica, asociada al consumismo, el descontento y la indignación política, las crisis económicas, el derrotero bélico y la incertidumbre pandémica le han provocado.
Por si fuera poco, ese sujeto cibernético tiene que verse ante dos espejos abismalmente retadores. Por un lado, el poshumanismo, y por el otro, el transhumanismo. Una tercera amenaza, además, es la que Yuval Harari (2017) tipifica como posible irrelevancia de la especie humana frente al progreso de las máquinas, robots e inteligencia artificial.
Valora Merejo el concepto de tecnociencia porque, desde el plano de la innovación, implica dejar atrás la acepción decimonónica y de inicios del siglo XX que veía la técnica o la tecnología como una amenaza ética para el futuro de la humanidad, para colocar adelante la cuestión de lo complejo, lo dialógico y lo innovador del discurso filosófico que aborda los adelantos tecnocientíficos y digitales desde la perspectiva de la ciberespistemología.
¿Qué significa para este autor dominicano pensar desde la sombra, aunque sin apesadumbrarse, pero en procura de lo sombrío? ¿Qué sentido tiene, en este tiempo y este mundo, un pensamiento herético respecto de su propia tradición y tendencias? El catedrático de la UASD se apoya en el filósofo español Eugenio Trías y su primera obra de 1969, La filosofía y su sombra, para zambullirse en la urdimbre del pensamiento, mientras valida, y también cuestiona, al filósofo surcoreano, establecido en Alemania, Byung-Chul Han, para recuperar, con base en el pensador francés neonietzscheano Gilles Deleuze, la noción de hereje moderno o idiota, en la perspectiva de la psicopolítica y la digitalización.
La aplastante presencia del medio digital en la vida cotidiana ofrece ventajas y desventajas al sujeto contemporáneo. Las ventajas se representan en los avances de la telemedicina y la medicina nuclear, los adelantes en la biogenética y la nanotecnología, la transformación en la didáctica y la diversificación en las nuevas carreras profesionales, la digitalización de la industria de servicios, la modificación en los hábitos de consumo y los mecanismos de pago, y la gran revolución en la comunicación social y la movilidad, entre otras.
Una desventaja notoria es la pérdida de la privacidad por medio de la instauración del panóptico digital como instrumento subrepticio de vigilancia individual y colectiva. Pero también, ese fin de la privacidad se presenta ahora como hiperexposición pornográfica de la privacidad misma a través, por ejemplo, de la explotación excesiva del selfie, o la infodemia de la selfitis, como la denomina Byung-Chul Han.
En la reflexión final del libro, el autor apela a la noción de resiliencia, que referida a Rifkin (2022) ha sido, a partir de acontecimientos tan actuales como la crisis climática y la pandemia de la Covid-19, uno de los términos de mayor apogeo en el lenguaje de la comunicación y de las academias.
Merejo aconseja a la sociedad dominicana una actitud resiliente frente a la complejidad y los efectos de lo transido, como desgarramiento y dolor, no solo físicos, sino también éticos y sociales, a fin de recuperar la mirada hacia el horizonte, y mantener en vilo la conciencia crítica y la serenidad estoica.
Esta habría de ser una de las funciones básicas de la filosofía en un mundo marcado por la virtualidad, la digitalización acelerada, la hiperconexión, las ciberadicciones y la pérdida progresiva de los vínculos humanos.