De acuerdo a la encuesta ENHOGAR-MICS 2019, de Indicadores múltiples por conglomerados, realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), divulgada en el año 2022, el 64 % de los niños en República Dominicana sufre violencia en el hogar, llegando al 73 % en el caso de la primera infancia.
Los datos son escalofriantes y la realidad es mucho peor.
Estos resultados han sido expuestos una y otra vez en actos distintos, organizados o coorganizados por instituciones nacionales e internacionales que trabajan a favor de la niñez, de la adolescencia y, en sentido general, de la familia.
Quienes han tenido vinculaciones desde siempre con grupos sociales y comunitarios conocen muy bien los núcleos sociales en los que las familias están integradas por madre, padre, abuelos y, ocasionalmente, tíos, que ocupan una misma vivienda, con todas las limitaciones de espacio y servicios posibles.
A veces, esa familia sólo es la madre, o sólo el padre, o lo más probable sólo los abuelos o uno de los abuelos y, casi siempre, uno, dos o tres tíos y/o tías que todavía viven bajo el mismo techo que sus padres, incluso, teniendo ya hijos propios.
La realidad social de algunas familias revela que se deben buscar normas y mecanismos que permitan armonizar los intereses de los unos y de los otros, de todos los miembros, sin que esto vaya en perjuicio de alguno de los integrantes o provoque confrontaciones.
De las instituciones que trabajan con la formación y el empoderamiento de las personas, en sus distintas etapas, adoro y valoro el compromiso y los esfuerzos con los que desarrollan sus actividades.
Empero, hay aspectos en los que propongo que se produzca una reflexión, porque hay tiempo, siempre es buen tiempo para acoger mejoras o enderezar entuertos.
Ser niño o niña es una etapa de la vida llena de descubrimientos, aprendizaje y crecimiento, en la cual experimentar curiosidades, asombros, desarrollar habilidades sociales, emocionales y de conocimiento para construir las bases de la identidad y de la personalidad.
Legalmente, en República Dominicana la etapa de niños, niñas y adolescentes concluye cuando la persona alcanza los 18 años de edad, por lo cual, es sólo a partir de ese momento que está en capacidad legal y social para decidir sobre lo que será su vida.
Hace un tiempo leí en la página de una importante entidad de lucha y defensa por los derechos de los niños, niñas y adolescentes, algo que desde entonces me ha obligado a formular una y mil preguntas.
Las he hecho a personas con hijos, sin hijos, con nietos, sin nietos, activas, pasivas y, por supuesto, que no he obviado a la inteligencia artificial, a la que algunos le atribuyen tener en este tiempo todas las respuestas posibles y por haber, y a la que yo le reconozco, amplio dominio en campos en los que no se compromete el prestigio ni la reputación de las empresas que la administran.
Todos ya estarán imaginando que lo novedoso en este caso sería compartir la respuesta de la inteligencia artificial (IA o AI) respecto a si un niño tiene el derecho de elegir con quién vivir, con quién estudiar y con quién compartir su vida, como expone en sus medios en línea una prestigiosa organización internacional, que desde hace tiempo opera en el país:
“El derecho a elegir con quién vivir, estudiar, jugar y a vivir su infancia es algo que todo niño o niña debería tener”. No. Esto es un error y un fallo de apreciación, aunque llenos de buena intención.
El niño tiene el derecho a ser protegido, tener nombre, apellido, vivir en un lugar seguro, libre de complicidades perversas, tener acceso a la salud, a estudiar en un centro en el que lo respeten, a no ser agredido ni violado ni tocado y cuando ya haya superado esas etapas, puede elegir la vida que quiere vivir, a partir de los valores que se les inculcaron antes de cruzar la raya que lo lleva a la adultez.
Para contextualizar, es necesario señalar que la organización internacional que trabaja a favor de niños, niñas y adolescentes expone el supuesto derecho de esa población a elegir con quien vivir, con quién estudiar y con quién transcurrirá su vida, previo a citar unas estadísticas alarmantes, espeluznantes e insostenibles:
“El 21% de las mujeres dominicanas fueron madres antes de cumplir los 18 años, y si revisamos particularmente el quintil más pobre, esta cifra crece a 40 % y a un 55 % entre las que no tienen estudios”.