En 2024, el Día Mundial de la Alimentación, que cada año celebra la FAO, nos invita a reflexionar sobre el derecho a los alimentos para una vida y futuro mejores, recordándonos que la alimentación es la tercera necesidad humana más básica después del aire y el agua por lo cual todos deberíamos tener derecho a una alimentación adecuada.
La FAO nos alerta que 2,800 millones de personas en el mundo no pueden permitirse una dieta saludable, lo que lleva a la malnutrición definida por la Organización Mundial de la Salud como las carencias, los excesos o los desequilibrios de la ingesta de energía y o nutrientes de una persona.
Una gran paradoja de la malnutrición es que afecta tanto a los ricos como a los pobres. A los ricos por excesos alimentarios, y a los pobres por falta de acceso a alimentos nutritivos, puesto que sus recursos sólo les permiten obtener alimentos baratos cargados de grasas y azúcar.
La diabetes y la hipertensión son enfermedades crónicas cada vez más frecuentes que se asocian a la malnutrición y a la vida sedentaria.
En sus campañas educativas la FAO exhorta a los ciudadanos, empresarios, agricultores y a los gobiernos a pasar a la acción por una alimentación sana, a partir opciones alimentarias saludables, decisiones de vida y alternativas para la tierra que nos alberga
Entre las opciones alimentarias, las recomendaciones de FAO instan al consumo de verduras, legumbres, frutos secos y granos integrales, así como la reducción de almidones refinados, azúcar, grasas y sal.
De igual forma, la sustitución de alimentos blancos por alimentos marrones, por ejemplo, el consumo de arroz integral en vez del blanco y optar por las grasas insaturadas frente a las saturadas.
En relación con las decisiones de vida, la FAO, nos invita a cocinar más en casa y comer acompañados, ser críticos en cuanto al consumo de alimentos y a estar alertas frente a la publicidad engañosa que induce a una alimentación tóxica.
Una mayor conciencia sobre la alimentación implica reducir la huella alimentaria, diversificar la dieta, mantener los alimentos frescos y reducir los desperdicios. Alimentándonos de forma sostenible también damos buena vida y salud al planeta que habitamos.