Todo parece indicar que en Venezuela hace falta mucho más que votos mayoritarios para terminar con la dictadura de Nicolás Maduro. Aquellos que han albergado la esperanza de que los métodos democráticos pondrían fin a un régimen que se ha sostenido sobre la base de la represión, fuerza y fraude, desconocen la dinámica de la historia.
En Venezuela se ha producido algo más que un fraude electoral; el régimen literalmente se robó las elecciones de una forma descarada.
Inicialmente, se le pidió al tendencioso Consejo Nacional Electoral que presentara las actas para sustentar las declaraciones de su presidente, que beneficiaban a Nicolás Maduro.
No lo hizo porque, simplemente, fue el perpetrador del robo de las elecciones para favorecer al detentador de un poder ilegítimo.
La República Dominicana, en los últimos años, ha sido consistente en respaldar al pueblo venezolano y exigir que se respete su voluntad expresada en las urnas.
En las actuales circunstancias vuelve a hacerlo en coincidencia con muchos otros gobiernos de la región, que reclaman al Consejo Electoral que muestre las actas, lo cual la oposición ya hizo hace tiempo para sustentar su posición de que Maduro fue derrotado de manera apabullante por la voluntad del pueblo de Venezuela.
Los cabecillas del actual régimen dictatorial de Venezuela pudieran estar buscando salidas negociadas para librarse de las consecuencias de los desmanes cometidos, pero no deben encontrar aliados en ese despropósito.
Gobernantes como los de México, Colombia y Brasil tienen en sus manos la oportunidad de ponerse del lado correcto de la historia frente a Venezuela y sumarse a los otros tantos gobernantes de la región que empezaron pidiendo las actas, pero que hoy reconocen que está en curso el robo de unas elecciones.
