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Democracia Dominicana

Justicia-gobierno

¿Avanza o retrocede en estos últimos cinco años?

La democracia en República Dominicana vive en una permanente encrucijada: por un lado, avanza con tímidos pasos hacia un futuro institucional más robusto; por otro, enfrenta constantes desafíos que amenazan con revertir esos pequeños logros.

La pregunta clave que todos nos debemos hacer es: ¿estamos realmente avanzando, o navegamos a la deriva hacia una crisis democrática sin precedentes?

En los últimos cinco años, desde 2020 hasta hoy, la nación ha experimentado cambios significativos. La llegada al poder de Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM), rompiendo con el dominio casi absoluto del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), dio una señal clara: los ciudadanos pueden cambiar el rumbo político del país mediante el voto.

Esto representó un importante avance en términos de alternancia democrática, demostrando que el sistema electoral, aunque imperfecto, es aún confiable y resiliente.

Le invitamos a leer también: Economía y el poder en la democracia

Un dato revelador lo encontramos en las elecciones presidenciales del 2020: Abinader ganó con el 52.52% del voto popular, evidenciando una voluntad ciudadana contundente por el cambio y por romper con un ciclo de cuestionamientos éticos, corrupción y desgaste institucional acumulado.

La respuesta del nuevo gobierno no se hizo esperar, iniciando procesos históricos contra altos exfuncionarios involucrados en escándalos como Operación Anti-Pulpo, Coral y Coral 5G. Esto, en sí mismo, constituye un hito destacable, pues por primera vez se observa un esfuerzo serio y sostenido por enfrentar la corrupción desde el Ministerio Público independiente, con Miriam Germán Brito a la cabeza.

No obstante, estos avances no están libres de cuestionamientos. Las instituciones dominicanas aún exhiben serias fragilidades.

El Congreso Nacional sigue actuando más como una extensión partidaria que como órgano fiscalizador autónomo, y pese a la reforma de la Ley Electoral y la Ley de Partidos Políticos, persisten prácticas como el clientelismo electoral y la inequidad en la asignación de recursos públicos durante campañas, algo que fue denunciado insistentemente por organizaciones como Participación Ciudadana durante las elecciones municipales del 2024.

Tribunal Superior Electoral: Un actor clave en la consolidación democrática

La democracia en República Dominicana vive en una permanente encrucijada: por un lado, avanza con tímidos pasos hacia un futuro institucional más robusto; por otro, enfrenta constantes desafíos que amenazan con revertir esos pequeños logros.

La pregunta clave que todos nos debemos hacer es: ¿estamos realmente avanzando, o navegamos a la deriva hacia una crisis democrática sin precedentes?

En los últimos cinco años, desde 2020 hasta hoy, la nación ha experimentado cambios significativos. La llegada al poder de Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM), rompiendo con el dominio casi absoluto del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), dio una señal clara: los ciudadanos pueden cambiar el rumbo político del país mediante el voto.

Esto representó un importante avance en términos de alternancia democrática, demostrando que el sistema electoral, aunque imperfecto, es aún confiable y resiliente.

Un dato revelador lo encontramos en las elecciones presidenciales del 2020: Abinader ganó con el 52.52% del voto popular, evidenciando una voluntad ciudadana contundente por el cambio y por romper con un ciclo de cuestionamientos éticos, corrupción y desgaste institucional acumulado.

La respuesta del nuevo gobierno no se hizo esperar, iniciando procesos históricos contra altos exfuncionarios involucrados en escándalos como Operación Anti-Pulpo, Coral y Coral 5G. Esto, en sí mismo, constituye un hito destacable, pues por primera vez se observa un esfuerzo serio y sostenido por enfrentar la corrupción desde el Ministerio Público independiente, con Miriam Germán Brito a la cabeza.

No obstante, estos avances no están libres de cuestionamientos. Las instituciones dominicanas aún exhiben serias fragilidades.

El Congreso Nacional sigue actuando más como una extensión partidaria que como órgano fiscalizador autónomo, y pese a la reforma de la Ley Electoral y la Ley de Partidos Políticos, persisten prácticas como el clientelismo electoral y la inequidad en la asignación de recursos públicos durante campañas, algo que fue denunciado insistentemente por organizaciones como Participación Ciudadana durante las elecciones municipales del 2024.

Tribunal Superior Electoral: Un actor clave en la consolidación democrática

En medio de este panorama, resalta positivamente la gestión del Tribunal Superior Electoral (TSE), el cual ha mostrado avances significativos en términos de credibilidad y transparencia institucional. En los últimos años, el TSE ha resuelto el 95% de las impugnaciones presentadas en tiempo récord, fortaleciendo así la confianza ciudadana en la justicia electoral.

Bajo la presidencia de Ygnacio Pascual Camacho Hidalgo, este organismo ha sentado precedentes importantes sobre equidad electoral y respeto a los derechos políticos, aportando considerablemente al fortalecimiento institucional del país.

Este dato resulta especialmente valioso si se compara con procesos anteriores, en los que las impugnaciones electorales solían ser fuente constante de cuestionamientos y conflictos políticos prolongados.

Libertad de expresión en riesgo: ¿Quién teme a la voz del pueblo?

Sin embargo, la luz generada por estos logros institucionales se oscurece con un tema especialmente delicado: la libertad de expresión y las libertades públicas.

República Dominicana, históricamente considerada como un faro democrático en el Caribe, vive hoy una controversia alarmante debido a la propuesta de una nueva Ley sobre Libertad de Expresión, impulsada desde sectores políticos influyentes, que busca regular e incluso sancionar contenidos en redes sociales bajo criterios subjetivos y potencialmente arbitrarios.

La reacción ha sido masiva y contundente: periodistas, activistas y ciudadanos en general han denunciado esta iniciativa como un retroceso evidente y peligroso. Según datos recientes, solo un 0.00084% de la población conectada en República Dominicana realiza un uso inapropiado o difamatorio en plataformas digitales, esto no se aproxima al 1% de la población dominicana .

La pregunta que surge con fuerza ante este dato es: ¿vale la pena poner en riesgo la libertad de millones de dominicanos para controlar las acciones inapropiadas de una ínfima minoría?. O en el fondo lo que se busca silenciar las voces que si realizan una comunicación responsable, o mas bien para que la corrupción no se visualice por temor de ser silenciado.

Crisis en redes sociales y libertades públicas

Organizaciones defensoras de la libertad han alertado sobre las consecuencias negativas que esta ley tendría sobre el debate público. El riesgo latente no es solamente la censura directa, sino la autocensura ciudadana derivada del temor a posibles represalias legales o multas arbitrarias, destruyendo así uno de los elementos más vitales de cualquier democracia sana: la libertad para expresar ideas, opiniones y críticas sin miedo.

En un país donde las redes sociales juegan un rol central en la denuncia de irregularidades y el empoderamiento ciudadano, este intento regulatorio podría representar un retroceso democrático considerable.

La reciente protesta digital masiva contra esta iniciativa, encabezada por movimientos juveniles y periodistas independientes bajo el hashtag #RDLibreSinCensura, es un reflejo contundente de la preocupación generalizada que existe en torno a este tema.

La sociedad civil: el contrapeso necesario

Un dato alentador, que se presenta como un contrapeso al riesgo de retrocesos institucionales, es el crecimiento de una sociedad civil dominicana cada vez más crítica y vigilante.

Grupos ciudadanos organizados, movimientos juveniles y plataformas digitales se han convertido en actores fundamentales para exigir transparencia, rendición de cuentas y respeto por la institucionalidad democrática.

La presión ciudadana constante ha impedido la aprobación inmediata de esta ley sobre libertad de expresión, demostrando que la participación activa es indispensable para la defensa democrática.

La gran interrogante: ¿Hacia dónde vamos?

En resumen, el balance de la democracia dominicana en estos últimos cinco años presenta claroscuros inquietantes. Avances como la alternancia política, la lucha anticorrupción, y el fortalecimiento del Tribunal Superior Electoral son innegables y merecen ser reconocidos.

Pero la amenaza a la libertad de expresión y la debilidad persistente en algunas instituciones clave generan dudas legítimas sobre la calidad democrática real del país.

La pregunta crucial que queda abierta es: ¿Estará República Dominicana a la altura del desafío histórico de defender y consolidar sus libertades fundamentales, o sucumbirá ante la tentación autoritaria del control y la censura?

La respuesta a esta pregunta no puede ni debe dejarse únicamente en manos de los políticos, sino que dependerá siempre de una sociedad civil activa, consciente y dispuesta a defender sus derechos en cada momento. Porque, al final, la democracia no es una conquista eterna, sino una lucha diaria que exige vigilancia permanente.

¿Estamos preparados para asumir ese desafío? La historia reciente sugiere que sí, pero el futuro siempre estará condicionado por nuestra propia determinación para defender lo que hemos ganado con tanto esfuerzo.

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Pavel de Camps Vargas

Analista de Redes Sociales | Especialista en Social Listening y Manejo de Crisis Digital | Consultor en IA y Verificación de Noticias | Consultor IT | Presentador de 'El Futuro en un Click'

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