Cada día me dejan más impactada los efectos que un estrés descontrolado pueden tener en una persona, a nivel físico y mental.
Estamos inmersos en una época que no importa la edad, el género, el origen, todos somos víctimas de ese exceso de cortisol, que se refleja en lo que somos y en cómo vivimos.
Tanto que se habla de ello, tanto que se describe y se sabe y qué poco lo aplicamos en la vida real.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué ocurre esto? Evidentemente no tengo las respuestas, ojalá, pero sí soy un ejemplo claro de esto y ha llegado un momento en el que real y efectivamente quiero parar, entender y buscar una vía en la que ese estrés no controle mi vida, sino que tenga las herramientas de canalizarlo de la mejor manera posible.
No podemos meternos en una burbuja, no podemos vivir en una felicidad y positivismos eternos porque eso no existe, tampoco tratar constantemente de ser perfectos, porque eso es agotador.
Pero sí podemos ser sinceros con nosotros mismos, identificar esos efectos (que seamos claros, son obvios), qué nos lo produce y comenzar a implementar pequeños cambios que se puedan convertir en hábitos y al final lleguemos a un momento en el que el estrés sea algo puntual y no algo general.
Dejar de procrastinar, de buscar excusas y de justificar las cosas con metas o razones mayores. Al final te das cuenta de algo muy claro: si uno no está bien, todo lo demás no está bien.
Y aquí entra ser un poco egoísta, pensar en el bienestar propio, aunque en el camino caigan cosas o personas. No llegar a ese día en el que escuches que el exceso de estrés ha producido algo para lo que ya no hay remedio.