Los británicos votaron por el Brexit aun sabiendo que lo que a ellos les convenía era la permanencia dentro de la Unión Europea. Lo hicieron como una forma de “hacerle una maldad” a sectores políticos que habían caído en el descrédito y que eran los que promovían la permanencia en ese sistema de integración.
Los mismos británicos que les hicieron coro a los populistas, que le atribuían la responsabilidad de todos los males a su integración a la Unión Europea, se han dado cuenta del grave error que cometieron y ahora le andan “buscando una vuelta”.
Como puede verse, las metidas de patas por andar de “coristas” no son exclusivas de América Latina, aunque somos en esta región los “campeones de la bolita del mundo” en esa materia.
A costa de mucha sangre y sacrificio América Latina logró cerrar el ciclo de las dictaduras para darle paso a un período de democracia, que aunque llena de imperfecciones era mucho mejor que lo que se tenía.
Pero la libertad se tiñó de libertinaje y nuestros demócratas pasaron a ser nuestros corruptos y desacreditaron un sistema de libertades que ellos mismos ayudaron a construir. La población se fue cansando de ellos y entonces, como hicieron los británicos con el Brexit, empezaron a hacerles coro a populistas que se pusieron el traje de “Socialismo del siglo XXI”.
Nuestros pueblos decidieron amputarse un pie para tratarse una uña enterrada y las consecuencias son una gangrena que les ha dañado gran parte del cuerpo.
La respuesta emocional a la decepción de los demócratas parió a los Chávez, Maduro, Fujimori, Correa, Humala, Bucarán, Zelaya, Krischner, Otto Pérez Molina, Evo Morales, la segunda versión de Daniel Ortega y a Odebrecht (el más internacional sistema de corrupción exportado por el Socialismo del siglo XXI brasileño).
Destruyeron la moral, la institucionalidad y la economía de su país, sonriendo como quien se come un pastel.
Ahora toca observar a Brasil, para ver los efectos a la respuesta que ha dado ese país a los desaguisados del “Socialismo del siglo XXI”.
A la distancia se observa a un Jair Bolsonaro, populista de la ultraderecha, como un peligro hijo legítimo del descrédito de un sistema político y el hostigamiento de dos líderes a los que sectores de poder quisieron cerrarles el paso a cualquier costo.