Dejen que los médicos sean médicos

Dejen que los médicos sean médicos

Dejen que los médicos sean médicos

Dra. Patricia E. Acra

*Por Dra. Patricia E. Acra

Habiendo asistido a las vistas públicas, en las que generosamente la Cámara de Diputados nos permitió participar para escuchar pacientemente todas nuestras voces, no puedo dejar de expresar mi sorpresa al observar que la mayoría de los argumentos de los participantes que apoyaban las 3 causales se basaban en premisas subjetivas, basadas en la emoción que justamente ponen a la madre en una situación de enfrentamiento de dolor y angustia.

Sin embargo, ante estas situaciones que pretenden llamar nuestra atención hacia la emoción, y cambiar nuestros pareceres hasta cautivar nuestro voto, pido, por el mismo bien de nuestra nación y de las generaciones por venir, no perder la objetividad, y menos aún permitir que en los argumentos se ponga en tela de juicio el hacer del profesional médico entrenado y juramentado hipocráticamente para defender la vida cada situación que enfrenta. Lo considero una falta incluso de respeto hacia el gremio que represento.

Deseo destacar el caso de Esperancita, caso muy utilizado en los medios, incluyendo en la voz de algunos de sus familiares que han insistido repetidamente que, por su estado de embarazo, le fue negado el tratamiento de su cáncer, por lo que falleció secundariamente a la negligencia médica de proporcionar un tratamiento a tiempo.

Durante las ponencias, el caso se presentó abiertamente en el debate y tuve la oportunidad de acceder y analizar su ficha médica incluyendo sus laboratorios, biopsia, y otros datos de incalculable valor para el análisis objetivo de los hechos. Sean ustedes el jurado…

Esperancita, cuyo nombre es Rosaura Arisleyda Almonte Hernández, joven de 16 años, fue llevada a una evaluación al centro de salud el día 2 de Julio del 2012, luego de presentar síntomas por una semana. Al ver su estado deteriorado, de inmediato el personal médico le realizó análisis de sangre, radiografía de tórax, electrocardiograma, sonografía abdominal, y se decide ingresar.

Ya con sospecha de malignidad, los días 3 al 5 de Julio, Esperancita fue evaluada por varios departamentos médicos y, en menos de 72 horas, involucran en el caso al departamento de Hematología/Oncología y al Comité de Morbilidad Extrema y de Bioética.

El día 10 de Julio, el Epidemiólogo del hospital, notifica verbalmente el caso al área de Salud Pública para su conocimiento y fines de lugar, y se inicia tratamiento con transfusiones por tan bajo nivel de plaquetas.

Lo más relevante es lo siguiente: sospechando ya por el cuadro clínico el diagnóstico de malignidad, el personal hospitalario encargado del caso pide a la madre de Esperancita, la Sra. Rosa Hernández, al igual que a su padre, firmar un poder legal para que la joven Rosaura, ya embarazada de 9 semanas, pueda recibir tratamiento de quimioterapia a sabiendas de los riesgos que conlleva tal tratamiento para el bebe que llevaba gestando, demostrando así categóricamente el actuar del médico en casos de embarazo en los que la salud de la madre corre peligro de vida: la salud de la madre prima siempre sobre el destino del bebe.

El poder es firmado el día 18 de Julio y justo al otro día, el 19 de Julio, se recibe el resultado de la inmunohistoquímica confirmando el diagnóstico de Leucemia Linfoblástica Aguda y… al día siguiente… el 20 de Julio del 2012, se inicia el tratamiento de quimioterapia apropiado para su condición.

Esperancita pierde espontáneamente su bebe por un sangrado y muere como consecuencia del malestar ya irreversible de su condición oncológica y sus complicaciones.

Se me ocurren tantos casos similares en mi carrera profesional, en las que el medico pone primero la vida de la madre sobre la de su bebe en gestación, como el caso de los cuatrillizos, que ya pasan de los 20 años de edad, cuya madre entró en fallo cardiaco en su segundo trimestre de gestación, y se procedió de inmediato y con agilidad a desembarazarla. En menos de dos horas nos encontrábamos en la sala de parto cuatro pediatras, un cardiólogo, un intensivista, además del ágil ginecólogo y el anestesiólogo. Recuerdo que uno de ellos pesaba menos de un kilogramo, y están hoy día los cuatro graduados de universidad con honores y realizando gran labor de beneficio para nuestro país.

Tenemos también el caso reciente de Manny Cruz, cuya esposa, en el 2021, contrajo SARS-CoV-2 estando embarazada y se vio en estado de salud delicado. Los médicos no dudaron en hacer una cesárea de emergencia para atender apropiadamente a la madre, a pesar de que no se encontraba aun a término su gestación.

No niego que habrán casos en los que, por negligencia o fallo médico, la madre pierda la vida, pero no podemos basar nuestra ley en la debilidad de unos pocos que muchas veces no han proporcionado la atención adecuada por las pobres condiciones en que muchos de ellos laboran y los pobres recursos con los que cuentan para un apropiado diagnóstico, sobre todo a nivel rural, ¡y eso sí que lo pudiéramos mejorar!

Abogo a que cada caso clínico sea evaluado de forma individual, dejando a un lado la justa emoción que representa el dolor de la pérdida de un ser querido, para mantenernos objetivamente en la razón y que defendamos la verdad.

El embarazo no la consideremos una sentencia de muerte, sino de vida, que dará a luz a una madre, y a una criatura nueva. ¡Salvemos las dos vidas!

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