Entre los aportes de la presencia y la propaganda de la compañera María Teresa Cabrera, candidata presidencial del Frente Amplio, está el hecho de que, con su mensaje y sus pronunciamientos ella va sentando las bases para después de las elecciones seguir la lucha por objetivos políticos pendientes de realización desde hace décadas.
María Teresa ha resumido ese propósito en una consigna política de profundidad y largo aliento: inaugurar una nueva época política en nuestro país. Eso tiene su razón política y su justificación histórica. El régimen político y estatal establecido en nuestro país tiene sus peculiaridades. Libertad política, un congreso nacional y otras instancias jurídicas constituidas, elecciones cada cuatro años y otros ornamentos más de los del sistema de la democracia representativa.
Pero, bien vistos los aspectos esenciales de este sistema, nos topamos con un país de soberanía nacional transgredida y mediatizada por una superpotencia imperialista, una distribución de la riqueza injusta y desequilibrada hasta la médula, unas instituciones débiles, cuyos postulados quedan convertidos en letra muerta ante el atraso, la tradición caudillista y conservadora. Incluyendo el ejercicio del sufragio que se convierte en una mera mercancía en este mercado público en el que se convierten las campañas electorales. A fin de cuentas, lo que tenemos es una sociedad injusta y una democracia enferma.
Las fuerzas nacionales y progresistas tienen el deber de mirar lejos, hacia su objetivo histórico de revolución democrática y nacional, parte importante de la cual han sido siempre la defensa de la soberanía, la defensa de lo público, la democratización del Estado y la vida política en todos los sentidos. Sin descuidar ni mucho menos las tareas inmediatas del presente proceso electoral, la candidata del Frente Amplio ha mirado y nos manda a mirar hacia ese horizonte. De ahí la importancia de su mensaje y su consigna. El arte consiste en hacer una correcta relación entre lo inmediato y lo porvenir.
Nada de resignarse y descuidar las tareas de hoy en nombre de que la nuestra es una lucha a largo plazo. Por el contrario. A buscar el voto con la gente, lograr los mejores resultados electorales posibles porque esos buenos resultados son un importante punto de partida para seguir la batalla hacia nuevos horizontes. Y como queda dicho, en medio del esfuerzo de hoy, ir dejando el surco abierto y en él, una semilla de esperanza que germinará y sin duda alguna dará sus frutos más temprano que tarde.