La mayor parte del tiempo medimos las relaciones en términos de reciprocidad y retribución. Estamos más que seguros que, así como damos, debemos recibir.
Es una buena lógica hasta que entra en juego “la naturaleza humana”, donde no hay garantía alguna de que los demás actúen igual como lo hacemos.
Es fácil caer en la trampa de querer recuperar o cobrarnos lo que creemos haber perdido. Sin embargo, hay sabiduría en aprender a dejar ir, en permitir que otros se queden con lo que les hemos regalado, sin esperar nada a cambio.
Les quiero compartir un escrito de un asiduo lector, el profesor Manuel Arismendy Matos, que cada lunes tiene la gentileza de retroalimentarme y compartir lo que escribo con sus contactos.
En su reflexivo escrito, ‘Deja que se lo queden’, el profesor oriundo de Jaquimeyes, Barahona, invita a reconsiderar nuestras nociones de amor y generosidad. Nos enseña que la verdadera riqueza reside en nuestra capacidad de dar y seguir adelante, sin aferrarnos al pasado ni exigir retribuciones.
“Deja que se queden con lo que les diste. Si les diste amor y se alejaron, deja que se lo queden… Si les diste tiempo y se alejaron, deja que se queden con los recuerdos.
Si les diste días, meses, e incluso años de tu vida, deja que se queden con todo lo que les brindaste durante ese tiempo.
No pelees por ello, no digas ‘me lo debes’. ¿Para qué lo quieres de vuelta? Tú tienes la capacidad de producir más de lo mismo. Deja que se lo quede a quien le hace falta. El valor de nuestro amor no depende de lo que otros hagan con él.
Déjalos quedarse con lo que les diste, probablemente lo necesitaban más, probablemente cambió sus vidas, no puedes quitarles eso. Piensa que incluso cuando ellos sólo te dieron dolor, a cambio, aún así ‘tú sembraste’ en sus corazones la semilla del amor. Deja que se lo queden y tú sigue caminando”.
El enfoque del profesor Matos nos invita a reflexionar sobre el verdadero valor de nuestras acciones y sentimientos.
Este escrito no trata de resignación, sino de sabiduría.
Entender que no todo lo que entregamos debe regresar a nosotros es una muestra de madurez emocional. Al final del día, lo que realmente importa es cómo esas experiencias nos transforman y nos ayudan a crecer.