¿Por qué será que cada vez que uno va a viajar se quedan para el último día tantas cosas pendientes?
Uno puede tener conocimiento con meses de anticipación de que va a realizar un viaje en determinada fecha, pero no es si no cuando llega el día que uno se da cuenta de que no puede dejar sin resolver un sinnúmero de cuestiones.
Ese estresante día se percata uno de que al abrigo (porque en el país de destino hace frío) le faltan dos botones, que hay que sacar tiempo para recoger unas camisas en la lavandería, que la maleta que pensaba llevar se rompió en el último viaje, y que no estaría demás dar una vueltecita por el trabajo porque algo importante puede haber quedado por hacer. Además, es indispensable pasar por la peluquería y luego por la farmacia, porque las pastillas de la presión se acabaron ayer.
No importa si el viaje es corto o largo, si es lejano o cercano, pero a uno le entra un estrés y una desesperación a medida que pasa el tiempo, como si se tratara del último día de la vida.
Por ejemplo, yo soy víctima ahora mismo de esa sensación. Siento que se me están acabando los minutos, los segundos, porque debo ya salir sin más demora hacia el aeropuerto
Así es que, amables lectores, les pido disculpas por dejar inconclusos estos Buenos Días. Apelo a su comprensión. Me voy. Adiós. Trataré de escribirles desde mi destino. Abur. Ya. Me tengo que ir. Se me acabó el tiempo. Fin.
De viaje