Mucho se ha hablado de que las principales calles y avenidas de la capital llevan nombres extranjeros, en desmedro de héroes o heroínas nacionales que bien merecen tales homenajes para ser recordados y venerados como Dios manda.
Según me dijo un distinguido munícipe, el problema está en que resulta difícil cambiar el nombre de una cualquiera de esas vías o plazas, porque, de hacerlo, se podría estar ofendiendo al país al cual pertenezca el personaje que originalmente se quiso enaltecer.
Y si ese país resulta ser uno de los que más nos interesan desde el punto de vista de nuestras relaciones diplomáticas o comerciales, peor todavía.
La solución está en la forma de corregir la citada inconsecuencia.
En vez de ir cambiando los nombres de las calles y avenidas uno por uno, lo que debe hacerse es cambiarlos todos al mismo tiempo, de un solo fuetazo, en una sola Resolución del Ayuntamiento municipal, o una ley del Congreso, según el caso.
Se buscarían, si se quiere, otras calles no tan importantes para bautizarlas con los nombres de Churchill, Kennedy, Washington, San Martín, Tiradentes, Sarasota, Argentina, Colombia
A ver si nos atrevemos