República Dominicana es el país de América Latina “con mayor grado de felicidad” según un informe del Latinobarómetro 2004- 2015. Dice que un 88% de los dominicanos están muy satisfechos con su vida; que existe una clara relación entre este sentir y la situación económica, pues un 96% de los que la consideran “buena” están satisfechos con la vida.
Considera que esa no parece ser la única variable que influye, pues entre quienes dicen que su situación económica es peor que hace doce meses, un 76% está satisfecho.
Latinobarómetro es una ONG que indaga “sobre el desarrollo de la democracia y las economías así como las sociedades. Sus datos son usados por actores sociales y políticos, organizaciones internacionales, gobiernos y medios de comunicación”.
Anualmente, aplica alrededor de 19,000 entrevistas en 18 países de América Latina, representando a más de 400 millones de habitantes. Acaba de determinar que el pueblo dominicano es el más feliz de la región.
Me encantaría saber cuál fue el arquetipo de felicidad que utilizaron. ¿A quienes entrevistaron? ¿A la cúpula del partido en el poder, a funcionarios públicos? Estos lucen sonrientes, exhibiendo riquezas materiales. ¿Acaso obtuvieron la muestra en un colmadón con clientes borrachos? Es posible. Algunos van a comprar comida y al no alcanzarle el dinero, deciden tomar tragos para no pensar.
Si por felicidad se entiende tener trabajo, techo, comida, la mayoría de los dominicanos no es feliz.
Si felicidad es tener paz interior, por deber cumplido y compartir riquezas con necesitados, la mayoría de los ricos y poderosos, son infelices. Para mí, no hay barómetro más sofisticado para medir el sentir del pueblo que mi “Campibarómetro”, es decir, mi olfato de campesina. No falla. Dice que la mayoría de los dominicanos están tristes, hambrientos, inseguros.
El “Campibarómetro” no pierde de vista el alma de la gente. Lo material, nunca le ha interesado.
Aunque tuve el privilegio de nacer y formarme en el corazón de una finca, estudiar, viajar, relacionarme con pobres y ricos, cada día lloro al observar familias pasando hambre, profesionales sin trabajo, jóvenes sin rumbo, mientras un grupito se convierte en millonarios, usando a su antojo los recursos del pueblo. ¿Se puede ser feliz observando ese escenario?
No podemos serlo. La población no es feliz con tantas necesidades insatisfechas. Su aparente conformismo envuelve impotencia, ira contenida. Tolera la camisa de fuerza, pero no se rinde. Anhela un cambio estructural, un modelo ejemplar para sus hijos.
¿De qué felicidad habla el Latinobarómetro? ¡Pero quién es ese tan infeliz que nos ve felices a nosotros! No intenten burlarse, no ofendan la inteligencia del dominicano. ¿A quiénes pretenden complacer? ¿Creen que “el mal comío no piensa”? Puede sentirse débil, pero no pierde la perspectiva del ambiente que lo rodea… Cuidado, mucho cuidado.