El Congo tiene 70 % de las reservas mundiales de cobalto, esencial para las baterías. Es también una fuente importante de cobre. Sudáfrica controla 80 % de las reservas de manganeso.
Tanzania tiene cuantiosas existencias de grafito. Namibia y Níger concentran 20 % de las reservas de uranio.
Si hoy dependemos de carbón, gas y petróleo, mañana lo haremos de los llamados “minerales críticos”, cuya demanda crecerá entre 600 % y 4,000 % en las próximas décadas y cuyos precios no paran de crecer.
Argentina, Australia, Bolivia, Canadá y Chile también tienen minerales críticos. Pero cuentan con sólidas tradiciones democráticas y respetan el imperio de la ley.
China y Rusia –petroestados por derecho propio– tienen las mayores reservas mundiales de las demás “tierras raras” requeridas para fabricar las baterías, paneles solares, pilas de hidrógeno y turbinas eólicas de la nueva era.
Pero por la ausencia de controles ambientales en África, cortejan gobiernos para extraer sus minerales sin mayores exigencias.
Europa quedó sorprendida en 2019 por el éxito de la cumbre ruso-africana en Sochi, a la cual asistieron los 54 países africanos, 35 de los cuales a nivel de jefe de Estado. Quizás por ello 25 se abstuvieron de condenar la guerra en Ucrania.
China lleva años trabajando sus intereses, cosechando concesiones mineras, consiguiendo contratos de infraestructura y estrechando relaciones comerciales. Es ya el principal socio del África.
De ahí la decisión de la UE en 2021 de evitar el reemplazo de una dependencia –de combustibles fósiles– por otra de minerales críticos extraídos en electroestados.
Es lo que buscan con el Nuevo Pacto Europeo y la Nueva Estrategia Industrial, para implantar una economía circular que asegure el reciclaje y minimice el uso de minerales críticos, garantizando la resiliencia de su transición energética.
De ahí el anuncio de la administración Biden-Harris en los EE. UU. de asegurar una cadena de valor “hecha en los EE. UU.” ligada a los minerales críticos, cuyo procesamiento para uso industrial es actualmente dominado por China.
Trabajará así con sus empresas y las de sus países aliados, buscando diversificar las fuentes sostenibles, expandir la minería doméstica y la producción, procesamiento y reciclaje de los minerales críticos, con énfasis en la justicia laboral y ambiental y la participación comunitaria.
De ahí, también, el renovado activismo coreano por ubicar y contratar suministros de minerales críticos en terceros países, para reducir aceleradamente su dependencia de combustibles fósiles importados desde países como Rusia.
Por ello opera minas de níquel y cobalto en Madagascar. También extraerá y procesará litio en Argentina, y comprará minerales críticos en Australia, cuya empresa Almonty acaba de ser contratada en Seúl para reciclar baterías y semiconductores y así recuperar tungsteno y molibdeno, potencialmente fortaleciendo su propia cadena de suministro.
Evitemos también en la RD cambiar una dependencia por otra. Trabajemos desde ya para implantar una economía circular, generalizando el reciclaje y reintegrando al sistema todos los recursos recuperados, entre los cuales están los minerales críticos, con tanto potencial de exportación.