De personas a perfiles

De personas a perfiles

De personas a perfiles

Federico Alberto Cuello

Regalar “likes” en Twitter. Comprar en línea. Usar el celular como GPS, como medio de pago o para intercambiar mensajes instantáneos.

Hacer “click” en un enlace cualquiera. Utilizar servicios gratuitos de correo electrónico o de almacenamiento de fotos.

Cada una de estas actividades genera información, en tiempo real, sobre las personas. Dicha información se vendió en 2023 por US$307,520 millones (https://online.purdue.edu/blog/business/what-is-data-mining) a modernas empresas de mercadeo para generar perfiles sobre las personas y predecir su comportamiento.

Al conocer sus gustos y preferencias revelados por su comportamiento en las redes, son inundados por un caudal de mensajes por múltiples vías, ofreciéndoles bienes y servicios relacionados con compras realizadas, canciones escuchadas, vídeos presenciados, lugares visitados, mensajes intercambiados o conversaciones escuchadas por los micrófonos abiertos de nuestras Alexas y celulares.

Los operadores de mercadeo político, por su parte, hacen gala de la precisión milimétrica de sus campañas, diseñadas para llegar al votante a través del “microtargeting”, con mensajes –verdaderos o falsos– a la medida de cada uno, enviados usualmente por usuarios ficticios (“bots”).

El escándalo de “Cambridge Analytica”, documentado en “The Great Hack” (Netflix, 2019), debió servir de alerta a los que luchan por la democracia.

Creada como “agencia” para la “gestión global de las elecciones”, Cambridge Analytica trabajó en más de 200 certámenes electorales en todo el mundo.

El documental revela que, en los EE. UU., Cambridge Analytica elaboró perfiles utilizando unos 5,000 datos de cada adulto, extraídos ilegalmente a través de Facebook, contribuyendo a la derrota de Hillary Clinton en los estados indecisos.

Revela también que en el Reino Unido utilizó mecanismos similares para influenciar el referendo del Brexit, donde votaron masivamente los mayores de 45 años –predominantemente antieuropeos– mientras los más jóvenes –abrumadoramente anti-Brexit– se quedaron en sus casas.

Revela además que, en Trinidad-Tobago, Cambridge Analytica diseñó una atractiva campaña para convencer a los jóvenes afro-trinitenses de lo “cool” que sería no votar en las elecciones del 2010.

Así, el partido de los indo-trinitenses incrementó su participación en el parlamento, superando la polarización política predominante en ese país caribeño (https://www.guardian.co.tt/news/uncs-do-so-drive-uncovered-6.2.1595070.30834ed1c4).

La minería de datos ha convertido a las personas en perfiles, cuyos datos vende sin remunerar a sus legítimos dueños.

Si como personas había que trabajar el voto casa por casa, como perfiles la campaña electoral ha pasado a ser un ejercicio de manipulación a través del microtargeting, en detrimento del derecho de cada persona a elegir y ser elegida libremente, a expresarse sin cortapisas y a decidir en base a información factual.

En palabras de Alexander Nix, CEO de Cambridge Analytica: “el santo grial es poder cambiar el comportamiento”, combinando la psicología behaviorista, la minería de datos y el microtargeting (https://www.youtube.com/watch?v=omc-5zj70M0).

El microtargeting sigue siendo practicado impunemente, como denunciara la institución Brookings de Washington (https://www.brookings.edu/articles/data-misuse-and-disinformation-technology-and-the-2022-elections/). Viola varias disposiciones constitucionales y de instrumentos como el Pacto de la ONU sobre los derechos civiles y políticos.

¿A quién corresponde regularlo?
¿Preservaremos nuestra condición de personas o seguiremos siendo manipulados como perfiles?
¿Sucumbirá la democracia ante la emergente “infocracia”, como advirtiera el filósofo coreano radicado en Alemania, Byung-chul Han, en su influyente libro del 2021?