La guerra en Europa está obligando a todos los países del mundo a ponerse al lado de una de las partes en conflicto. El nivel de hostilidades no deja espacio a puntos medios, pues hasta la neutralidad se considera una toma de posición a favor de uno o de otro, depende de los contextos.
La globalización de la economía arrastra a todos los países del mundo en un conflicto que, como este, se torna global, con efectos en todo el orbe.
Países como el nuestro lo más que pueden aspirar es a actuar con prudencia para que las decisiones tomadas en tiempos de guerra no generen mayores consecuencias cuando lleguen los tiempos de paz.
Los que en algún momento fueron expectadores de un conflicto surgido en Europa, están siendo arrastrados a las hostilidades, sea de manera activa o pasiva.
El panorama que se empieza a definir proyecta una guerra de carácter global. Esta generación puede decir que observa la antesala de lo que se proyecta como una tercera guerra mundial, con efectos catastróficos para todas las economías.
Como de costumbre, la verdad ha sido la primera víctima. Los despachos informativos llegan viciados, dependiendo del origen de la fuente.
Por tanto, muchas decisiones que toman los gobiernos se sustentan en informaciones de inteligencia, muchas de las cuales no son del dominio del público.
Las poblaciones de todos los rincones del mundo sienten los efectos inflacionarios y los gobiernos enfrentan conflictos sociales derivados de las alzas desproporcionadas de los precios de los commodities.
República Dominicana no ha quedado exenta de los problemas globales generados por la guerra.
Le corresponde a las autoridades actuar con cautela, tanto en el manejo del tema inflacionario, como en sus posiciones con relación al conflicto. Y le toca a la población entender la situación que ahora vive el mundo.
El país logró sobrepasar exitosamente los efectos de la pandemia, pero llegó la guerra encontrando una economía frágil, que apenas empezaba a recuperarse.