La variante ómicron del Covid ha producido “una enfermedad leve más transmisible y con menor mortalidad que otras variantes, imponiéndose así sobre las demás”.
Esta opinión del doctor Gerald Evans, jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital General de Ontario, explica por qué el mundo parece estar pasando de la fase pandémica a la endémica del Covid-19.
Al ser más transmisible, fue capaz de superar la inmunidad adquirida tanto por vacunados como por otros previamente contagiados. Por si fuera poco, aquellos con 18-29 años – los que más se resisten a vacunarse – son los que registran mayores tasas de infección.
Al ser más leve, no ha elevado las tasas de hospitalización por encima de las registradas por otras enfermedades infecciosas.
Y al ser menos mortífera, no ha sobrecargado las unidades de cuidados intensivos como hicieran las variantes anteriores del virus.
En España, por ejemplo, el ómicron es 4 veces más contagioso que la gripe de diciembre 2019, con una mortalidad 4 veces menor.
La consecuencia muy bien podría ser un nivel de inmunidad nunca antes logrado, superando así la pandemia y convirtiendo al Covid en un virus endémico, con el cual viviremos de ahora en adelante, como lo hacemos con la gripe y otros más.
Estudios realizados en Harvard por la Dra. Syla Madad indican que el contagio de la variante ómicron confiere inmunidad frente a otras variantes más mortíferas, como la delta.
“Superar esta ola de contagio nos dejará con más inmunidad, fortaleciéndonos frente a la próxima en surgir”, dijo la doctora Madad en la entrevista que le hiciera el portal web md.com.
El costo económico del virus para el mundo no ha tenido precedentes. Pasar de lo pandémico a lo endémico consolidará la recuperación en curso.
Ello será posible para el mundo, sin embargo, pese a tener lecciones todavía pendientes en muchos países en materia de políticas de salud pública.
La resiliencia sanitaria frente a un virus como este requiere contener el contagio y minimizar la mortalidad.
Contener el contagio requiere pruebas masivas, rastreo de contactos y aislamiento de los infectados.
Minimizar la mortalidad requiere elevar el nivel de inmunidad con tratamientos y vacunas efectivos y asequibles.
Sin pruebas masivas, rastreo de contactos y tratamientos efectivos en hospitales con suficientes unidades de cuidados intensivos, la inmunidad de la población sólo se logra sobreviviendo la infección –acarreando el riesgo de una tasa de mortalidad elevadísima– o vacunándose.
¿Será posible en el futuro desarrollar nuevas vacunas con la misma celeridad?
¿Tenerlas permitirá superar la desigual distribución de las vacunas entre y dentro de los países?
¿Podremos evitar que sea en los países con menores tasas de vacunación donde vuelvan a surgir nuevas variantes?
La desigualdad en el acceso a medicamentos y vacunas continuará así elevando el riesgo de contagios descontrolados de futuras pandemias, las cuales seguro tardarán mucho más en pasar a la fase endémica si no es que aprendemos, todos, de las experiencias adquiridas desde que se diagnosticaran los primeros casos de Covid a finales de 2019.
Sólo así seremos resilientes.