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De la yola al salón de belleza: historias de resiliencia en Atlanta

Dayana Acosta Por Dayana Acosta
De la yola al salón de belleza: historias de resiliencia en Atlanta
Simone Mateo en su local y a la derecha Mercedes Cómez, reconocida cuatro veces por la ciudad. Foto. Anyelo Guerra.

Atlanta, EE.UU.-Un día Simone Mateo decidió embarcarse en una yola desde el municipio de Miches, provincia de El Seibo, en busca de una mejor vida. Con apenas 18 años ya tenía tres hijos.

Oriunda de un campo de la República Dominicana, creció en un entorno de pobreza extrema y sufrió diversos abusos por parte de quienes debían protegerla.

En la ciudad de Marietta, Georgia, existen dos salones de belleza próximos entre sí. Sus dueñas tienen en común tres cosas: ambas son estilistas con negocios propios, tienen historias de vida distintas y representan un ejemplo de resiliencia para alcanzar sus sueños en un país extranjero.

La yola y el palé

Con los ojos casi llorosos, Mateo recuerda lo difícil que fue partir de su país. Primero llegó a Puerto Rico, donde vivió durante dos años mientras regularizaba sus documentos.

En ese tiempo su pareja tenía 54 años y con él tuvo a su hijo menor antes de cumplir los 17.

«Yo le dije: ‘Mire, regáleme mil pesos para irme a Puerto Rico porque estaba pasando mucho trabajo’. Estábamos hablando debajo de un árbol y él dijo: ‘Si me saco un palé, te doy los mil pesos’. Miró una hoja, jugó el número que vio y al otro día me dijo que se había sacado el palé. Me consiguió la persona que me llevó». Separarse de sus hijos fue lo más difícil.

A los 18 años se montó en una yola con otras personas y llegaron a Aguadilla, Puerto Rico. Su pareja le había dado 20 dólares, y sólo llevaba una muda de ropa, que perdió al caminar por el monte antes de abordar la embarcación. A esto se sumaba que no sabía nadar.

Durante el viaje yola sufrió una avería y comenzó a entrar agua. Mateo y otra mujer fueron las encargadas de sacarla mientras los demás, en su mayoría hombres, estaban exhaustos.

Al llegar a tierra firme, un puertorriqueño los «rescató» para luego secuestrarlos. Perdida su dirección de contacto, el hombre exigió 500 dólares a cada persona para liberarlos.

La misericordia de Dios, dice Mateo, hizo que una mujer llamada Rosa Espina, quien esperaba a su hermana en una de las tantas yolas que llegaban por esa zona, pagara por ella y la ayudara a encontrar trabajo y alojamiento.

En mayo llegó a Puerto Rico y en septiembre obtuvo sus documentos. En diciembre pudo regresar a ver a sus hijos.

Sólo bastó una visita

En 1990 viajó a Nueva York, donde vivió seis años. «Llegué de visita, pero Nueva York es difícil por el parqueo, la vida y la crianza de los niños». En 1996 visitó Atlanta y encontró que la vida era más asequible, por lo que rentó una casa, llevó a sus hijos y se estableció allí. Mientras trabajaba en lo que encontraba, estudió para obtener su título como estilista.

«Vi un anuncio en un periódico donde decía que podía ser bachiller por correspondencia». Con ayuda de amigos, completó su educación y luego se formó en la escuela de belleza de Náhuatl y en Empire Beauty School. Hoy día, es dueña de un salón de belleza.

Mercedes Gómez

Mercedes Gómez, otra estilista de origen dominicano, llegó a Georgia en 2009, proveniente de Santiago.
Se graduó de belleza en el año 2000 y está agradecida de poder ejercer su pasión.

Su mentora, Elizabeth Cruz, la motivó a aplicar para una visa. Aunque ya estaba establecida en Santo Domingo, logró obtener una visa de diez años y viajó directamente a Georgia, donde enfrentó la barrera del idioma. Sin embargo, la fama de las estilistas dominicanas le abrió las puertas.

«La gente sabe que las dominicanas en estilismo somos buenas y no necesitamos mucho mercadeo», expresa Mercedes.

Con el tiempo se independizó y abrió su propio negocio. Para ejercer su profesión, tuvo que presentar un examen de certificación y obtener una licencia, un requisito que varía según el estado.

Lo mismo ocurre con la apertura de un negocio, que exige cumplir ciertos procesos legales.
«Mis clientes son variados, vienen de distintos países a arreglarse el cabello». Destaca que su formación en Santo Domingo la preparó para trabajar con todo tipo de cabello.

Con los años se especializó en colorimetría y cree que la formación continua es clave en su negocio.
«Disfruto mi trabajo. La educación continua es importante para mantenernos a la vanguardia», afirmó.
Sin importar la estación del año, la demanda en su salón es constante, especialmente entre personas que trabajan y necesitan mantener su imagen.

La ciudad la reconoce

Mercedes fue reconocida por la ciudad de Atlanta con el premio «Best of Georgia», siendo la única dominicana en recibir tal distinción.

«Fue una sorpresa para mí. La comunidad nos reconoció como un salón de valor. No esperaba tanta aceptación», dice con mucha humildad. Para ella, el reconocimiento es fruto de su esfuerzo y disciplina de trabajo.

«Este país te brinda grandes oportunidades, pero hay que tener determinación y vencer el miedo al cambio», comenta.

Las historias de Simone Mateo y Mercedes Gómez reflejan la fuerza y perseverancia de las mujeres inmigrantes, que a pesar de los obstáculos y las distintas situaciones que atravesaron, lograron construir un futuro mejor.

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