Parece que el mundo, y la verdad de las cosas, está cada vez más predispuesto por las redes sociales, y en él las reputaciones pueden construirse o destruirse en cuestión de minutos. Esta dinámica, alimentada por las percepciones de terceros y sus experiencias personales, a menudo se desarrolla sobre una base frágil, teñida de sesgos y carente de verificación.
En el Centro de Análisis y Estudio de la Comunicación en República Dominicana (CAESCO), estuvimos profundizando en la reciente encuesta de la UNESCO sobre creadores de contenido destaca un aspecto preocupante: más del 60% de los influencers no comprueban la información que comparten con sus seguidores. Este resultado nos alertó y ocupó.
Y es que este fenómeno tiene implicaciones profundas. Muchos influencers, según el estudio, que gozan de la confianza de millones, basan sus publicaciones en el número de «me gusta» o «compartidos» (42% de los encuestados) o en la reputación del autor original (19%). Esto significa que un contenido viral no necesariamente es verídico; puede ser una percepción personal, distorsionada por experiencias subjetivas o por la falta de contexto. Cuando estas opiniones se propagan sin filtro, pueden reforzar estereotipos, dañar reputaciones y perpetuar la desinformación.
Preocupa que el riesgo aumenta cuando uno de cada cinco creadores admite compartir información basada en la confianza hacia amigos. Aunque la confianza personal es valiosa, no es un sustituto del rigor informativo. Un rumor o una experiencia negativa mal interpretada puede convertirse en una «verdad» digital, afectando injustamente la reputación de personas o instituciones. Las opiniones y experiencias individuales están llenas de sesgos: cognitivos, emocionales o culturales. Sin verificación, estos sesgos se amplifican, distorsionando la percepción pública.
Aún más preocupante es que solo el 37% de los encuestados considera a los medios de comunicación tradicionales como fuente principal. En lugar de ello, confían en sus propias investigaciones o experiencias. Esta independencia es valiosa, pero sin una metodología adecuada, puede conducir a errores de juicio. La demanda de formación es clara: el 73% de los creadores de contenido reconoce la necesidad de mejorar sus habilidades para combatir la desinformación.
La iniciativa de la UNESCO para capacitar a creadores de contenido es un paso crucial, y esto lo vemos en CAESCO como algo que debemos hacer en República Dominicana, puesto que este programa no solo promueve la verificación de hechos, sino que también refuerza principios de libertad de expresión y derechos humanos. Al proporcionar herramientas para identificar y combatir la desinformación, la UNESCO contribuye a la construcción de voces más responsables y confiables en línea.
Ojalá y que todos los que participamos de los medios, profesionales o no, entendamos que la reputación digital no debería estar a merced de percepciones sesgadas o rumores virales. La alfabetización mediática es esencial para garantizar que, en la era de la información, la verdad no sea la primera víctima.