En la República Dominicana vivimos la sociedad del espectáculo, como la dibujada por Mario Vargas Llosa, en la que hasta lo intrascendente es noticia y la búsqueda de la verdad incontrovertible de los hechos resulta sumamente escasa.
Pocos se preocupan por el cuidado de la honra de los demás; cualquier ciudadano puede ser llevado al paredón moral, sobre todo si ostenta la condición de exfuncionario público.
Los “hacedores” de opinión se encuentran por doquier; muchos de ellos no vacilan en dinamitar la moral de alguien, solo para satisfacer las mochilas de odio que llevan en sus corazones o en base a una retribución económica.
Los hay también “confidentes mediáticos” que reciben informaciones privilegiadas para crear las bases de futuros expedientes judiciales en contra de aquellos que no son de su agrado o no comulgan con sus intereses.
Esta sociedad del espectáculo de hoy sigue su agitado curso, sin que se piense en qué hacer en la de mañana cuando, irremisiblemente, suframos la descarga de una realidad económica de impredecibles consecuencias.
“Vivre la vie comme une folie”, es una expresión francesa que se refiere a la alocada forma de vivir, en la que el ser humano planifica poco, el tiempo no cuenta y el consumismo parece el norte a seguir de amplios segmentos poblacionales.
Vivimos en automático, como robots, máquinas diseñadas para hacer cosas programadas, y de las cuales se quiere obtener determinados beneficios. En definitiva, la sociedad capitalista nos mantiene entrampados, a través de una serie de mecanismos en cuya cima figuran los medios de comunicación tradicionales y, más recientemente, las redes sociales.
A pesar del vertiginoso desarrollo tecnológico experimentado en las últimas décadas, los medios de comunicación conservan un enorme poder para trazar los patrones y estilos de vida a los diversos colectivos sociales.
El estar “in” y no “out” en una determinada sociedad, constituye una forma de vida a la que prácticamente se nos obliga, casi de manera coercitiva debido a que, de negarnos, parecería que nos excluyésemos de este mundo, en palabras del extinto escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano.
Desafortunadamente, una considerable cantidad de los medios de comunicación tradicionales han dejado que el morbo se convierta en un elemento esencial de lo que es noticia.
En el 1972, los investigadores Maxwell McCombs y Donald Shaw abordan a profundidad el tema de lo que posteriormente denominarían agenda setting, en la que establecieron el poder de los medios de comunicación de masas en el sentido de dirigir la atención de la opinión pública hacia ciertas cuestiones particulares, que ellos presentan como los más sobresalientes y las problemáticas en cada momento. A eso, desde principio del siglo XX se sumaron las redes sociales, impulsadas por la denominada comunicación alternativa y el periodismo ciudadano.
Nos damos cuenta en la sala de un hospital del hecho de que el haber llevado esa vida en “automático”, ha sido la causa principal de la reclusión, a la espera de recuperar las condiciones de salud que permitan continuar la existencia terrenal. Esa vida rápida y estresante conduce a desencadenar enfermedades catastróficas de altos costos.
Un número considerable de individuos llega al extremo de concentrar sus esfuerzos y energías en el odio, convirtiéndose en verdaderos tontos, como afirmó el filósofo británico Beltrand Russell, al referirse a los llamados “haters” de la actualidad.
Olvidemos la sociedad del espectáculo de hoy y pensemos en la real de mañana, que nos golpeará fuerte, debido a las secuelas dejadas por el Covid-19.