Creo en las oportunidades. En que siempre hay un plan b, en que cada cosa que ocurre tiene varias posibilidades y sólo hay que estar abiertos a que se den. Muchas veces abogo por la actitud. Es algo básico.
Si te empecinas en permanecer inamovible en algo, todo a tu alrededor incluidas las personas estarán por efecto mimético de la misma manera.
En cambio, si eres capaz de ser flexible, de abrirte a que lleguen cosas que ni siquiera esperas o has planificado, el abanico de oportunidades será enorme y todo a tu alrededor cobrará otro ritmo, otro sentido.
Para lograrlo hace falta algo básico: soltar el control. Aunque parezca algo que se pueda tornar en contra, al final de una manera u otra todo acaba poniéndose en su lugar y aquello que creías controlar se te va de las manos para algo mejor, y aquello que estaba fuera de tu radar llega a entrar en su cauce y tú también.
Dejarse llevar, fluir en cierta manera, es la mejor forma de que esas oportunidades toquen a tu puerta. A veces llegan cosas maravillosas, otras no tanto, pero en cualquier caso serán un aprendizaje y un avance.
Quedarte en el mismo lugar, esperando a que las cosas lleguen sólo tiene un resultado: que vas a seguir esperando.
Y realmente en este proceso la vida va pasando y cuando quieras darte cuenta mirarás hacia atrás y te preguntarás: ¿qué ha pasado? ¿en qué momento el tiempo se me fue? Mientras que, si te abres a aquello que pueda llegar, de una manera u otra habrá un cambio, un avance, un resultado que dará sentido a muchas cosas en tu vida o te regalará oportunidades, unas, buscadas, otras recibidas.
En ambos casos seguirás mirando hacia delante, no hacia atrás. Date la oportunidad.