¿Cuántas veces hemos hecho tal o cual cosa para ser aceptados por los demás? En estos “tiempos modernos”, donde se construyen personalidades y se muestran vidas de fantasía, ser uno mismo no es una tarea fácil, pero tampoco es imposible.
Y aunque todos hemos escuchado o leído que “ser original y ser lo que somos da una mejor vida porque estamos viviendo bajo nuestras propias reglas”, no todos hemos podido lograr descubrir nuestra verdadera esencia y cultivarla sin importar el qué dirán, pero -sobre todo- sin que esto dañe o afecte de manera intencional a las personas que nos rodean… porque “el respeto al derecho ajeno es la paz”, así reza la frase célebre del político mexicano Benito Juárez, y todos tenemos el derecho de “ser como queremos ser”.
Y en esa lucha de ser o no ser es cuando debemos estar conscientes de que no todo acerca de nosotros está bien; así mismo, pues siempre estaremos en constantes cambios y toma de decisiones y, por lo tanto, cometemos errores, pero lo realmente importante es saber cuáles son nuestros puntos a mejorar y hacerlo.
Para que esto suceda, tenemos que darnos el permiso de descubrirnos y saber “si nos gustan los huevos revueltos, fritos o pasados por agua”.
Sí, esas simples y pequeñas cosas son las que nos permiten lograr conocernos.
Muchas veces esperamos grandes descubrimientos que nos abran los ojos.
Pedimos que se nos desvele el manto cual descarga eléctrica que nos saque de nuestra zona de confort, sin lograr ver que nos hemos pasado la vida ciegos a los pequeños detalles que nos gritan lo que queremos descubrir.
Es bueno recordar y estar claros en que somos muy buenos y podemos ser mejores.