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Damón, Fintias y Dionisio

El Día Por El Día
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En estos tiempos que tanto se habla de la crisis de valores que aqueja prácticamente a todo el mundo, conviene exaltarlos, aunque sea mediante la recreación de episodios ejemplarizadores que nos brinda la historia. En ese orden, permítaseme reproducir aquí el interesante y aleccionador relato que sigue a continuación, sobre la verdadera amistad en su máxima expresión.

Damón y Fintias eran dos amigos que vivían en Siracusa. Fintias fue calumniado, acusándosele de preparar una conspiración contra Dionisio, rey de Siracusa y, sin atender a las súplicas que proclamaban su inocencia, fue condenado a muerte.

El reo pidió que le concedieran, antes de morir, unos pocos días para arreglar asuntos suyos y de su amigo en una ciudad lejana. Dionisio le concedió el favor que solicitaba, a condición de que, en su ausencia, quedaría Damón como rehén. Si llegaba la hora de la ejecución y aquel no se presentaba, Damón sería ejecutado en su lugar.

Se acercaba el momento trágico y Fintias no comparecía. Todos desconfiaban de su vuelta, menos Damón.

-Si puede, volverá- decía a los que se reían de él por haber confiado en su amigo.

Faltaban ya pocos instantes para que se cumpliera el plazo fatal. El verdugo se disponía a ejecutar la sentencia cuando, repentinamente, se oyó un gran griterío. Fintias llegaba corriendo, jadeante, medio deshecho por el esfuerzo. Explicó que se había roto un puente y que esa fue la causa de su retraso.

Fue tal la admiración que esta ejemplar amistad produjo en Dionisio, que indultó al condenado y pidió ser admitido por ambos como amigo.

Ahora, lector o lectora, yo le pregunto: ¿hubiera hecho usted lo mismo si estuviera en el lugar de Fintias? ¿O en el lugar de Damón? Conteste sinceramente.

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