Los huracanes son fenómenos meteorológicos que atacan por el océano Pacífico y Atlántico. Algunos de ellos han dejado pérdidas materiales y humanas. Otros, por fortuna, se disuelven antes de tocar tierra.
Los huracanes reciben nombres de una lista predeterminada que se va alternando cada año. Esta práctica comenzó en 1953 y tiene como objetivo facilitar la comunicación y recordar más fácilmente los eventos.
Un huracán puede tener un diámetro que varía desde unos pocos cientos de kilómetros hasta más de 1,000 kilómetros.
Un huracán típico puede liberar energía equivalente a varios miles de bombas nucleares de tipo Hiroshima en un solo día.
Los vientos en los huracanes pueden superar los 250 kilómetros por hora, y el récord histórico registrado es de aproximadamente 370 kilómetros por hora.
En el centro de un huracán se encuentra el «ojo», una región de calma y cielos despejados que puede tener entre 20 y 50 kilómetros de diámetro.
Cuando un huracán es particularmente destructivo o mortal, su nombre puede ser retirado de la lista para evitar confusiones futuras y se elige uno nuevo para el futuro.
Los huracanes tienen ciclos de vida que pueden durar desde unos pocos días hasta más de dos semanas, dependiendo de las condiciones ambientales.
Los huracanes se forman principalmente sobre aguas cálidas del océano, donde la temperatura del agua es al menos de 26.5 grados Celsius y hay suficiente humedad y movimiento atmosférico.
Los huracanes pueden tener un impacto significativo en la atmósfera, afectando la temperatura, la humedad y los patrones de viento a nivel global.
Los huracanes en diferentes regiones del mundo reciben diferentes nombres. Por ejemplo, en el Atlántico se les llama huracanes, mientras que en el Pacífico Noroeste se les llama tifones.
Los huracanes giran según las manecillas del reloj en el hemisferio sur, pero en el hemisferio norte giran de lado contrario.
La primera persona en ponerle nombre a los huracanes fue el meteorólogo británico C. Wragge a principios del siglo XX.
Irma (2017), es el huracán más intenso formado en aguas abiertas del Atlántico.
Cristóbal Colón escribió el primer reporte conocido sobre huracanes en 1495.
Los huracanes nunca se forman en el Ecuador debido a que la fuerza de Coriolis —el efecto que se observa en un sistema de referencia en rotación cuando un cuerpo se encuentra en movimiento respecto de dicho sistema de referencia— es muy débil y la necesitan para poder girar.
El último huracán formado en la cuenca del Atlántico fue el huracán Alice, producido el 31 de diciembre de 1955.
Un huracán puede soltar hasta nueve trillones de litros de lluvia al día.
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