Los entendidos en asuntos del clima debaten en estos días si estamos en un año bajo la influencia de el Niño o de la Niña, y si es de esta última, desde cuándo y durante cuánto tiempo estará dejando sentir sus efectos.
Sin la necesidad de especialización, cualquier observador del ambiente está en condiciones de afirmar que entre los cuatro meses del año que vivimos y el que pasó en toda su extensión, hay una marcada diferencia.
El año pasado las temperaturas subieron a niveles sin precedentes registrados, las lluvias fueron escasas y en un período en el que se supone que la pluviometría debía de ser moderada como suele ocurrir en el segundo tercio del otoño, tuvimos un 18 de noviembre para recordar por las inundaciones y sus consecuencias.
Del año 2023 se afirmaba, sin ninguna prevención, que se encontraba bajo los efectos de el Niño.
Uno y otro fenómeno puede mantenerse efectivo durante todo un año, pero en ocasiones mucho más que este tiempo.
Excepto por los amagos de altas temperaturas en la última semana de marzo y la primera de abril, el clima ha sido moderado en el país y tal vez sea conveniente agregar la frase “hasta este momento”, así que si nos encontramos bajo los efectos de la Niña, bienvenida sea y preparémonos a pasarla con sus efectos.
Uno de estos, por lo visto, es un mayo pluvioso, con una vaguada que sigue a la otra con lluvias que mueven a recordar los tiempos en que nuestros abuelos talaban, preparaban la tierra y sembraban acogidos a un ritmo climático bastante previsible.
Desde luego, aquellos eran tiempos de un país bastante forestado, emplazamiento predominante de la población en los campos y poblaciones de tamaño moderado.
Ahora hay que cuidarse de los efectos de las lluvias en ciudades asfaltadas y patios impermeabilizados con cemento, propiciadores de inundaciones.
Vivamos un mayo según la tradición, pero cuidémonos de mayo.