*Por Raphy D´Oleo
El periodista colombiano Samuel Arango escribió «La hora de desaprender», un texto que causó honda impresión en mí, por la forma como describe lo que debemos ser en la edad maravillosa de la madurez. Hace 10 años le puse voz y al escucharlo nueva vez, me inspiró esta reflexión que asocio al momento difícil del retiro.
Dicen que el retiro es el momento más doloroso para quienes han estado acostumbrado a una vida intensa. Es una verdad a medias, pues si eres sabio y lo haces en el tiempo indicado, logras una victoria. Cuando no podemos cumplir con las normas que nos permiten convivir con situaciones y momentos determinados, la valentía es la condición necesaria que nos lleva a retirarnos. El sentido de dignidad nos obliga a decidirlo sin que lo veamos como una derrota.
Los hitos sociales y tecnológicos se convierten en un valladar para nuestra continuidad física, pero no mental. En esta etapa tenemos poco que aprender, pero mucho que enseñar y entonces nuestro esfuerzo y dedicación solo deben cambiar de rumbo, para vivir para nosotros mismos, aceptar que el mundo sigue girando sobre su propio eje y que somos libres de ataduras estúpidas.
Sabré cuándo retirarme al aceptar la parodia de la canción «Comedia», escrita por Placido Acevedo e interpretada por Ismael Rivera (https://www.youtube.com/watch?v=EVCnSMNYtik) que dice: «Si me callo los demás se alegran porque callo y si hablo me dicen que me calle». Es momento del retiro. Es la hora de desaprender. Mientras tanto, yo, ni me callo ni permito que me callen, pero si desaprendo.
LA HORA DE DESAPRENDER (fragmento)
Samuel Arango M.
periodista colombiano
Los hombres maduros de ahora hemos llegado a una edad maravillosa en la que emprendemos el camino del desaprendizaje. Fuimos criados con la creencia de que debíamos ser los mejores en todo. Fuimos educados con la creencia de que todo es pecado. Ha llegado la hora del desaprendizaje o lo que mi hija llama graciosamente «el importaculismo».
Ha llegado la hora de decir no en muchas ocasiones, de mandar al carajo los compromisos y las obligaciones. Ahora nos gusta estar solos, disfrutar buenas conversaciones con gente que no nos insulta y que cree lo mismo que nosotros o que no le importa que opinemos diferente. Es la hora de hablar de todo, de leer, de escuchar, de sonreír y de burlarse de la mayoría de los mortales que viven pendientes de las pendejadas.
Lo que nos queda de vida es para nosotros, para disfrutar, para cumplir el mandamiento divino de amarnos a nosotros mismos. Ya pasó la época de los roles. Lo que fuimos, fuimos, ahora somos para nosotros mismos sin tener que rendir cuentas a nadie. Nosotros ahora estamos por encima del bien y del mal. Asistimos a conferencias y si no nos gusta nos salimos sin que nos importe.
Vamos con mayor frecuencia a entierros y nos damos cuenta de que se aproxima el nuestro. Dios es para nosotros una profunda experiencia interior, lejos de mitos, ritos, limosnas y pecados. Mandaremos para donde sabemos a la gente que nos molesta, la tóxica.
Ahora somos libres de ataduras, de prejuicios, de creencias. Somos libres si no le tememos ni a la vida ni a la muerte.