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Cuando el ego manda

Lady Reyes Por Lady Reyes
Cuando el ego manda
📷 Lady Reyes, directora de Encuentros Interactivos.

En los últimos días, a raíz de diferentes situaciones a lo personal y público que me ha tocado observar y sortear, he estado pensando en cómo el ego en exceso termina por secuestrar a las personas.

Es curioso, he leído que empieza como un impulso natural que tenemos las personas de querer ser reconocidos y que se valoren nuestras capacidades, pero cuando no se le pone freno, se convierte en un espejo deformante.

El ego desbordado nos hace sentir superiores a los demás, como si nuestra forma de ver el mundo fuera la única válida, como si nuestra existencia mereciera más atención, más aplausos, más privilegios.

Quienes caen en esa trampa terminan actuando no desde la empatía o la conciencia, sino desde la arrogancia. Se ciegan. Pierden la capacidad de escuchar sin querer imponer, de observar sin juzgar, de compartir sin buscar la aprobación constante.

Su mundo se reduce a un reflejo de sí mismos donde todo lo demás -personas, ideas, realidades- parece estar en un nivel inferior o, en el peor de los casos, no tener valor.

Lo más triste es que ese sentimiento de superioridad no fortalece; a la larga, aísla. Aislados en su propia burbuja de grandeza, muchos dejan de crecer, de aprender, de conectar verdaderamente. Y en ese aislamiento, lo que alguna vez fue seguridad se transforma en una soledad orgullosa y estéril.

Cultivar la humildad -no la falsa modestia, sino la verdadera humildad de saber que todos somos valiosos y, al mismo tiempo, imperfectos, es el único antídoto real contra ese ego que a veces nos susurra que somos mejores que los demás o que nuestra verdad es la única valedera.

Cuando uno entiende que el valor no viene de compararse con otros, sino de ser auténtico y compasivo, el ego encuentra su lugar correcto: no como un amo que gobierna, sino como un compañero que camina a nuestro lado.

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