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Cuando Dios guarda silencio: el valor del Sábado Santo

Yovanny Medrano Por Yovanny Medrano
Imagen de Petra en Pixabay
📷 Cuando Dios guarda silencio: el valor del Sábado Santo. Imagen de Petra en Pixabay

“¿Hasta cuándo, Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?”
-Salmo 13:1

Después de la cruz… no vino el milagro. No vino la voz del cielo. No vino la luz.
Lo que vino fue el silencio.

Y ese silencio se llamó Sábado Santo.

En la secuencia de la Semana Santa, el sábado no grita, no marcha, no predica. Solo espera.
Es el día que la liturgia casi olvida, pero el alma recuerda.
Es el día que más se parece al corazón humano cuando ya no sabe qué más orar.

El sepulcro: cuando todo parece perdido… y, sin embargo, algo permanece

Jesús ha muerto. El cuerpo está envuelto, sellado en una tumba. El mundo no se detuvo, pero el alma sí.

Los discípulos están escondidos. María no entiende. La promesa parece haber muerto con el Maestro.

“Y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en un sepulcro nuevo… luego rodó una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.”
-Mateo 27:59-60

Este es el día en que la fe no ve nada… pero decide quedarse.
El día en que Dios guarda silencio… pero no se ha ido.
Y ese misterio es el que puede sostener a un país que hoy carga su propio sepulcro: las pérdidas, las ausencias, el luto colectivo.

El silencio de Dios: la voz más profunda

Los Salmos lo dijeron con osadía:
“Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría.”
-Salmo 30:5
“Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.”
-Salmo 46:10

Les invitamos a leer: El sentido del sufrimiento: la cruz como mapa interior

El Sábado Santo nos enseña que hay silencios que no son abandono, sino gestación invisible.
Que hay oraciones que no obtienen palabras, pero sí presencia.
Y que hay ausencias que preparan una aparición más luminosa que todo lo esperado.

Ilustración: lo invisible que se gesta

Hay un momento en que el árbol parece seco, partido por el viento, sin hojas, sin frutos.
A simple vista está muerto.
Pero bajo tierra, en lo más profundo de sus raíces, la savia sigue fluyendo.
El invierno no es la muerte. Es la incubación de una nueva primavera.

Así es el Sábado Santo. Así es el alma después del dolor:
en apariencia quieta, pero por dentro brotando una fe más honda, una ternura más sabia, una luz que aún no se deja ver.

“El grano de trigo, si no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
-Juan 12:24

Lo que la ciencia llama silencio, la fe llama semilla

La psicología llama a esta fase «latencia emocional» tras el trauma. La espiritualidad la reconoce como el gran silencio sagrado.

La psiquiatra Judith Herman, en su obra Trauma and Recovery (Harvard University Press, 1992, pp. 155–180), describe este estado como una fase necesaria para restablecer la seguridad interior antes de avanzar hacia la reconstrucción.

Y la ciencia moderna lo confirma: el Dr. David B. Feldman (Santa Clara University), en colaboración con Lee Daniel Kravetz, documentó en su estudio sobre esperanza y trauma que la esperanza activa -incluso sin señales visibles- disminuye los niveles de ansiedad y potencia la resiliencia emocional (The Journal of Positive Psychology, 2014, vol. 9, n.º 3, pp. 191–199).

En términos neurobiológicos, un estudio dirigido por Richard J. Davidson y Jon Kabat-Zinn (2003), publicado en Psychosomatic Medicine (vol. 65, n.º 4, pp. 564–570), demostró que las prácticas contemplativas -como la meditación compasiva y la oración profunda- activan la corteza prefrontal izquierda, asociada a estados de esperanza, compasión y bienestar emocional duradero.

Cómo acompañar a los que viven su propio Sábado Santo

No todos cargan una cruz visible. Algunos están encerrados en su propia tumba: del duelo, del abandono, de la incertidumbre.

Escucha sin interrumpir.

Permanece sin explicar.

Abraza sin forzar palabras.

Ora sin exigir respuestas.

Cree sin necesidad de ver.

A veces, acompañar en silencio es el acto más parecido a Dios.

Conclusión: cuando Dios calla, también habla

El Sábado Santo no es un día vacío. Es un día gestante. En él, la semilla de la resurrección se hunde más hondo en la tierra.
Y aunque nadie lo vea… la vida ya está en marcha.

Mientras Jesús yacía en el sepulcro, la eternidad se inclinaba sobre el polvo, y la muerte comenzaba a deshacerse desde adentro.

Hoy, la República Dominicana vive un Sábado Santo colectivo.
El país necesita silencio, memoria y fe.
Porque la cruz ha sido levantada, pero aún no ha amanecido del todo.

No apresuremos la resurrección: honremos también el silencio.

En el próximo artículo de esta serie: «Después del Silencio: Cómo responder al dolor que no entendemos».

Porque también en el silencio -como en la espera- se puede encontrar la Felicidad.

Les intamos a leer: Jesús: El símbolo humano del amor incondicional

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Yovanny Medrano

Ingeniero Agronomo, Teologo, Pastor, Consejero Familiar, Comunicador Conferencista, Escritor de los Libros: De Tal Palo Tal Astilla, y Aprendiendo a Ser Feliz

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