¿Te has preguntado por qué caes en ciertos patrones en tus relaciones?
¿Por qué en el mejor momento de tu relación sientes que tu pareja te va a dejar? ¿O por qué te dan ganas de alejarte cuando empiezas a sentir que tu pareja está demasiado involucrada?
La teoría del apego puede tener respuestas.
El psicoanalista británico John Bowlby la desarrolló a mediados del siglo pasado para tratar de entender los efectos que tiene en los niños ser separados de sus padres. Y más de seis décadas después sigue siendo uno de los mayores referentes para quienes estudian la forma como nos relacionamos los humanos.
La idea fundamental de esta teoría es que los niños necesitan desarrollar una relación de apego segura con al menos un cuidador principal para poder desarrollarse emocional y socialmente de manera adecuada.
En palabas del mismo Bowlby, ese apego es importante “desde la cuna hasta la tumba”.
¿Por qué? Los psicólogos explican que el vínculo con nuestros padres en la etapa temprana de nuestra vida crea una plantilla con base en la cual construimos e interpretamos nuestras relaciones durante el resto de la vida.
“Las primeras relaciones de apego se interiorizan en representaciones mentales o esquemas cognitivos a lo largo de la infancia. Éstos configuran las expectativas de los niños sobre las relaciones posteriores con sus iguales, sus parejas sentimentales y sus propios hijos”, explica Marinus van IJzendoorn, investigador en la materia de University College of London.
La teoría del apego ha ido evolucionando y dado pie a la definición de cuatro tipos de apego, que se han vuelto parte del vocabulario en la conversación sobre el amor en medios y redes sociales.
Pero, según le explica van IJzerdoorn a BBC Mundo, identificar el tipo de apego de una persona es algo más complejo que llenar un quiz en internet.
El apego en la infancia
John Bowlby se dio cuenta de que los niños y otros mamíferos evitan a toda costa ser separados de sus padres.
Ese comportamiento tiene una razón evolutiva: son los padres quienes les dan a los niños la protección y el cuidado necesarios para sobrevivir.
Dependiendo de qué tan atentos y disponibles estén los padres para suplir las necesidades del niño, este va a comportarse de una u otra manera.
“Las diferencias en la calidad de las relaciones de apego de los niños dependen en parte de si la forma en que los cuidadores interactúan con ellos es más o menos sensible y receptiva a sus señales de angustia”, explica van IJzedoorn, quien también es autor del libro Cuestiones de Significancia.
Si en su relación con su cuidador principal el niño se siente amado y seguro, es más probable que explore el mundo que lo rodea, sea sociable y juegue con los demás, argumentó Bowlby.
Si no, es probable que experimente ansiedad y desarrolle comportamientos como buscar permanentemente a sus padres con la mirada o incluso llorar hasta conseguir un nivel de cercanía físico y psicológico deseable con su cuidador.
La psicóloga Mary Ainsworth puso a prueba esta teoría a través de un experimento llamado la situación extraña, que consistía en separar a niños de un año de sus padres y luego volverlos a reunir.
Ainsworth encontró que los niños se comportaron de tres maneras diferentes.
A la mayoría les molestaban ser separados de sus padres, pero al reunirse con ellos se sentían consolados fácilmente.
Otros se sentían extremadamente incómodos al ser separados de sus padres, y luego al reunirse con ellos mostraban comportamientos que sugerían que no solo querían sentirse consolados sino también castigarlos por haberse ido.
Y un tercer grupo de niños no parecía muy angustiado por la separación, y al reunirse con sus padres, de hecho evitaba el contacto con ellos.
Ainsworth encontró que esos diferentes comportamientos tenían que ver con la relación entre el niño y sus padres en casa.
Los niños que lograban ser consolados por sus padres fácilmente tendían a venir de hogares en los que los padres estaban atentos a sus necesidades.
Los niños de los grupos 2 y 3 tendían a tener padres menos sensibles y consistentes frente a las necesidades de sus hijos.
Esa fue la génesis de los tipos de apego que conocemos hoy.