Los focos están puestos en Donald Trump y Kim Jong-un, pero China es el elefante en la habitación.
Pekín es el único aliado de larga data importante de Pyongyang, así como Washington es su más poderoso rival estratégico.
Esto le da a China un papel clave para determinar si cualquier acuerdo alcanzado entre los líderes estadounidense y norcoreano puede ser exitoso.
Estas son las tres cuestiones que definen el rol de este poderoso actor en la histórica cumbre de este martes entre Estados Unidos y corea del Norte.
¿Qué quiere China?
En una palabra, estabilidad.
Haciendo la pregunta en sentido contrario, lo que definitivamente China no quiere es una arriesgada política nuclear en su frontera.
Conoce muy bien la paranoia de Pyongyang.
También desconfía del impredecible presidente estadounidense.
Y genuinamente teme otra guerra de palabras que lleve a un error de cálculo y una escalada militar.
Con eso en mente, el regreso a la diplomacia y al diálogo parecía un fin en sí mismo para Pekín.
Pero aunque la paciencia de China con Corea del Norte se fue desgastando en años recientes, Pyongyang sigue siendo un viejo aliado, mientras Washington es un rival estratégico.
Y si Kim puede lograr alguna concesión de Trump —algún cambio en la postura militar de Estados Unidos en o alrededor de la península de Corea, por ejemplo— China sacará ventaja para sí misma, por supuesto.
¿Cuánta influencia tiene China sobre Corea del Norte?
Alguna.
China representa más del 90% del comercio de Corea del Norte con el mundo exterior.
Pero China no forzó a Corea del Norte a ir a la mesa de negociaciones.
Puede que Pekín acatara las sanciones más duras contra su vecino, pero lo hizo argumentando, con cierta lógica, que cuanto más aislado económicamente esté Pyongyang, más incentivos tendrá para seguir su estrategia de disuasión nuclear.
Kim Jong-un va a Singapur bajo sus propios términos y por sus propias razones estratégicas.
Pero la aplicación de las sanciones de China sirve, principalmente, a los propósitos chinos.
La ganancia generada puede negociarse en su contienda geopolítica más amplia con Estados Unidos.
Y tiene el efecto limitado, pero útil, de recordarle a Corea del Norte que no puede ignorar completamente los intereses chinos.
El efecto es limitado porque Corea del Norte sabe que China teme un colapso económico en su frontera mucho más que un status quo nuclear.
Es el clásico caso en que el perro pasea al amo.
Sorprendentemente, el presidente Xi se reunió con Kim por primera vez hace tres meses, y se volvieron a reunir una vez más desde entonces.
Ambas reuniones se produjeron después de que fuera anunciada la cumbre entre Trump y Kim.
Algunos analistas se preguntan si esta ráfaga de diplomacia es un signo de que China estaba desesperada por no quedar a un lado.
Hay sugerencias de que las sanciones, de repente, se atenuaron un poco.
Y Donald Trump también dio a entender que China había empezado a entrometerse.
«Diré que estoy un poco decepcionado», dijo el mandatario estadounidense, «porque cuando Kim Jong-un se reunió con el presidente Xi… creo que hubo un pequeño cambio en la actitud de Kim Jong-un. No me gusta eso».
¿Qué hará China si la cumbre fracasa?
Para China, el éxito puede ser cualquier cosa que mantenga el diálogo: un tratado, una hoja de ruta, un cálido saludo o un plan vago.
Desde su punto de vista, lo más significativo del joven líder norcoreano no es una conversación ambigua sobre desnuclearización, sino sus incipientes reformas económicas internas.
El mes pasado, según el Ministerio de Exteriores chino, una delegación de alto rango norcoreana visitó Pekín «para conocer los logros del desarrollo económico interno de China».
Este siempre ha sido el modelo preferido de China.
Tal vez desde el punto de vista chino no sería un desastre ver a Corea del Norte (con sus limitadas reservas nucleares) encerrado en unas interminables negociaciones de desarme, mientras las empresas chinas continúan con la tarea de construir su infraestructura y expandir el comercio.
Es el «sueño chino» hecho para la exportación: estabilidad a través de la prosperidad, con, por supuesto, una buena dosis de autoritarismo duradero.
Zhao Tong, un experto en Corea del Norte en el Centro Carnegie-Tsinghua de Pekín, dice que «sin importar qué tanto progreso se logre en la cumbre, China tiene un objetivo estratégico más importante a largo plazo«, me dijo.
«Es ayudar a la economía de Corea del Norte a crecer y transformarse desde un aislado Estado paria en un país más normal y más abierto».
Y aunque la cumbre fracase, y se vuelva a hablar de ataques militares limitados de Estados Unidos, China puede, de todos modos, seguir adelante con su plan.
Corea del Norte tiene su bomba y ahora, claramente, está en un modo estadista.
Las muestras de «moderación» de Corea del Norte no se pasarían por alto en China, y si las conversaciones colapsan, es probable que se señale como culpable no a Kim, sino a Trump.
«Si Estados Unidos se sale de la cumbre y vuelve a una campaña de máxima presión, China podría culpar a Estados Unidos por el fracaso de la diplomacia», agregó Zhao.
«Y si Estados Unidos muestra alguna disposición a lanzar un ataque militar para desarmar a Corea del Norte, es posible que China intente movilizar sus propias fuerzas para enviar una señal de disuasión contra Washington».
China está esperando entre bastidores.
La cumbre de Singapur, de una forma u otra, parece destinada a aumentar su influencia.