Cristo Rey siempre ha sido un barrio pujante. Su fundación misma está vinculada al trabajo.
Entre sus primeros moradores estaban, fundamentalmente, migrantes del cibao que venían como obreros del antiguo aeropuerto General Andrews, justo donde hoy está el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte.
Durante muchos años fue un modelo de autogestión, con un liderazgo social y comunitario que se integraba con entusiasmo a la solución de los problemas del barrio.
Pocas veces recibió la atención debida del Estado y a las empresas que más empleos formales generaban se las llevó la globalización, dejando al barrio en un gran desamparo.
Sin embargo, Cristo Rey nunca se ha amilanado y continúa siendo un barrio modelo de integración comunitaria.
La delincuencia avanzó como consecuencia de la falta de empleo, la desatención estatal, la corrupción policial y el clientelismo político, pero la misma gente del barrio combatía esos males sin las herramientas institucionales adecuadas.
Tal era el abandono del sector que instalaciones icónicas, como el club Los Cachorros, están necesitando con urgencia una intervención cuyo inicio luce estancada en la burocracia del Estado.
Cristo Rey ha sido escogido como barrio piloto para el Gobierno implementar su plan de seguridad ciudadana y la gente se ha integrado con tanto entusiasmo que ya se empiezan a ver reducciones importantes en las estadísticas.
Ojalá que ese acompañamiento del Estado sea continuo y holístico.