República Dominicana ha vivido de crisis en crisis, sin que haya explicación lógica sobre cómo ha podido mantenerse flotando.
No ha habido en la historia republicana una sola institución que no haya colapsado por intereses individuales o grupales.
La propia independencia y la soberanía nacional han estado en grave crisis por las divisiones que se han producido entre sus propios promotores.
En el ámbito político los fraccionamientos han sido y seguirán siendo espectaculares, patrocinados por elementos que en un momento determinado se han creído dueños absolutos de la verdad, la cual imponen a troche y moche, caiga quien caiga.
En deportes la historia en ese aspecto es bastante prolífera, y no hay una sola entidad de amplio espectro que no haya sufrido una división.
Uno de los ejemplos sobre unidad que más se enarbolaban era el Torneo de Baloncesto Superior de Santiago, que se ha realizado con notable éxito por décadas.
Sin embargo, hoy la situación es color de hormiga, producto de una situación meramente técnica que se debe resolver sin más dilación. Aquí no debe llegar la sangre al río, producto de la tradicional e histórica lucha de intereses que se verifican en todos los estratos de la sociedad dominicana.
Este torneo es uno de los pocos con estabilidad, y deben realizarse todos los esfuerzos para que no entre en una crisis que de seguro conlleva a una división definitiva.