El desarrollo del deporte aficionado hasta convertirlo en alta competición ha sido un esfuerzo del Estado, en particular, de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.
También de los sectores populares, genuinos representantes del pueblo llano, agrupados en los clubes deportivos y culturales (creación criolla sin igual en otros países) que dieron paso a las asociaciones y federaciones por deportes.
En los últimos tiempos se han agregado familias y grupos empresarios poderosos, lo mismo que gestores de una rica fuente de valores y prototipos atléticos que como el volibol femenino ya alcanza categoría mundialista, y puede auto sustentarse por sí misma, como en efecto lo hace.
Por la escalera económica y social ascendieron muchos provenientes de arriba, del medio y de debajo de la población. Una entremezcla de los de abajo y los del medio dominan el COD.
Los de arriba no tienen derecho a pretender la renuncia masiva de una estructura fruto de una práctica de más de dos generaciones de todos los que presidieron el COD después de Wiche para garantizarse su continuidad en el poder, con fines probablemente hacerse merecedores de esa distinción social.
Sólo le pedimos a los que están en todo el movimiento olímpico dos cosas: 1.-Modificar los estatutos del COD y disponer que ningún dirigente puede presidir ese organismo o federado más 8 de años consecutivos “y nunca mas”, y 2.- que se aplique la Ley 207 que crea normas básicas de control interno y la Contraloría General de la República disponga una unidad OAI dentro del COD que vele por la correcta aplicación de los recursos públicos y de los aportes de corporaciones y empresas que descuentan del ISR.
Veremos que en pocos años materializan los ajustes apetecidos.
*Por Pedro Caba