Crisis de la democracia y la ambición de poder

Crisis de la democracia y la ambición de poder

Crisis de la democracia y la ambición de  poder

*Por J. Alexander Pérez

La democracia es el modelo político que ha demostrado mayor eficiencia y garantías, en todo el sentido amplio de la palabra, para conducir el destino de los pueblos, porque ofrece bienestar económico, libertades personales, una organización social civilizada y un derecho el disenso, incluso frente a los más connotados grupos de poder.

A pesar de todas las imperfecciones y vulnerabilidades que pueda tener, hace poco una encuesta de Latinobarómetro arrojó que un por ciento alto de los pueblos de América Latina no les importaría vivir bajo regímenes autoritarios, de fuerza o de dictaduras muy mal disimuladas, que doblegan todos los derechos y se constituyen en dioses omnipotentes capaces, hasta de asesinar con tal de lograr sus objetivos.

Pero las mismas garantías que ofrece la democracia se han constituido a su vez en la principal debilidad para que las serpientes venenosas del sistema la traten de destrozar para ellos colmar sus ambiciones personales de poder, así sea a costa del bienestar de los pueblos que gobiernan, con la complicidad de sectores desaprensivos que amparados en un discurso populista se pintan como los impolutos ángeles del cielo que vienen a salvar vidas.

Hace a pena meses la República Dominicana vivió un tenso episodio político cuando el entonces gobernante Danilo Medina utilizó todos los resortes de poder en sus manos para diezmar a sus adversarios y eternizarse en el poder.

Logró una reelección alterando el orden institucional del país, cuando impuso una reforma constitucional que le permitió extender su gobierno por 4 años más. Luego desató la ira del infierno contra sus adversarios para repetir esa hazaña, que se pudo detener, por un amplio movimiento de resistencia encabezado por figuras como Leonel Fernández, Luis Abinader, Johnny Ventura, Franklin Almeida, el obispo Víctor Masalles y otros.

El golpe final a esa aberración la asestó el titular del Departamento de Estado de Estados Unidos, de entonces, Mike Pompeo cuando llamó a Medina y le advirtió de las consecuencias que tendría si consumaba sus planes.

Una fuerte debilidad de la democracia se ha hecho sentir tras la caída del Muro de Berlín, es que algunos actores políticos asumen al poder bajo el esquema de elecciones democráticas y plurales, y luego utilizan “la espada de Atila”, oculta en un tinte ideológico para perpetuarse en el poder como han sido los casos de Alberto Fujimori en Perú; Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela; Daniel Ortega en Nicaragua y otros de menor importancia, pero iguales de nefastos para fortalecer el orden institucional democrático.

Es lamentable que el ex presidente de Brasil, y candidato a la misma posición Luiz Inácio –Lula- da Silva haya justificado la feroz persecución que desató Ortega en Nicaragua contra quienes debieron ser sus competidores en unos comicios libres y transparentes, pero que terminaron víctimas de una “cacería de brujas” y fábula política, porque osaron presentarse al electorado como candidatos presidenciales, luego se monta una farsa electoral que permitió que ese señor pudiera retener el poder en esa empobrecida nación de Centroamérica.

Lula Da Silva señaló “¿Por qué Angela Merkel puede estar 16 años en el poder y Daniel Ortega no?”, una comparación que deriva en una falta de respeto a la inteligencia colectiva, porque si bien es cierto que la líder alemana estuvo esos años en el poder, no menos cierto es que fue amparada en el orden institucional de Alemania, contrario al señor Ortega que apeló a la violencia política para perpetuarse en el poder.

El intelectual ruso Alexander Yavkolev, ideólogo de la Glasnost (transparencia) y la perestroika en la extinta Unión Soviética, al ser cuestionado del porqué había caído esa poderosa nación expresó: “la condición humana, el colectivismo no se adapta a la condición humana, el colectivismo implica una ignorancia del ego, del yo propio de cada uno”.

La mayoría de quienes destrozan la democracia para perpetuarse en el poder lo hacen precisamente amparados en ese colectivismo, en una supuesta bondad de estado que termina en el empobrecimiento de los pueblos, porque cercena lo que Adam Smith señala como “la mano invisible”, que no es más que la capacidad creativa humana para elevar sus condiciones individuales de vida, que al final favorece al bienestar colectivo.

Estados Unidos, China, Japón, Europa, Chile (en la región), han crecido, y se han hecho grande porque han abierto las puertas a la creatividad humana, y se respeta el orden institucional, y los depredadores que tratan de imponerse a sangre y fuego, son extirpados cual si fueran un tumor cancerígeno como sucedió con Donald Trump, Danilo Medina, Alberto Fujimori y otros

@alexandrperez



El Día

Periódico independiente.

Noticias Relacionadas