Crisis antropológica en Haití

Cornelius Castoriadis (Constantinopla, 1922 – París, 1997) en sus estudios sobre los ´tipos antropológicos´ señala aspectos muy puntuales de cómo la sociedad produce individuos capaces de hacerla funcionar, y cuando estos individuos no logran los objetivos, es porque tales “tipos” no logran autonomía en la sociedad. Castoriadis es conocido por su teoría de las sociedades autónomas.
Haití es una cultura trasplantada, por su origen africano y por todos los intentos que ha tenido en instalarse en nuestro territorio, con el fin de adaptarse o transformarse, según las circunstancias de los contextos históricos, nuevos y no tan nuevos.
Sobre ese aspecto, recordar que unos individuos así, en realidad, reproducen el tipo de sociedad en que viven. Se fabrican “individuos”, pues, como resultado de una crisis social muy profunda.
Aunque “no se pueden trasplantar unos tipos de individuos de una sociedad a otra”, de un día para otro, la destrucción de Haití ha creado los individuos que formaron a los que hoy días son los inmigrantes que huyen hacia el este de la isla, y también hacia otros lugares.
La crisis antropológica, la que ha “fabricado” a estos nuevos seres inmigrantes, ha convertido a la sociedad haitiana en “parasitaria”, en “desestabilizadora”. Porque, mientras unos actúan y piensan como pesimistas, otros ven en la antropología –la ciencia más general del hombre–, la oportunidad de que esta situación mejore.
Hace poco un distinguido profesor, gran académico dominicano, comentó sobre la inmigración ilegal de Haití, a raíz de un artículo nuestro, considerando que no es correcto esperar que esta ocurra de forma “sensata”, más bien, “es una medida de sentido común, que cualquier ser humano hace, en cualquier lugar del mundo”.
La cuestión contada por nosotros era que admitiendo que existen situaciones extremas en el vecino país, quede de manera “irreflexiva”, atendiendo a “opiniones desequilibradas”, están arriesgándose innecesariamente la vida de todo un pueblo. La crisis de Haití fabricó los imaginarios locales.
Mientras escribo, hay una familia haitiana, una comunidad que se ilusiona con mudarse a vivir a República Dominicana. Las instituciones sociales haitianas ya carecen de la facultad de motivar a sus ciudadanos de luchar por el provenir de su nación.
El médico, el maestro, el campesino, no pueden explicarle al pueblo haitiano, más que hablar de parturientas, el problema es el descontrol de la natalidad; más que la falta de comida, es el modo de producción agrícola; más que la falta de escuela, es la ausencia del registro civil, lo que ha impedido organizar la educación pública, entre otras razones vinculantes con la crisis antropológica, a que ese pobre pueblo ha llegado.
Pero tan importante como deportar al ilegal haitiano, es tratar de sentarse a la mesa con sus interlocutores oficiales (humanamente es imposible por la fuerza expulsarlos del territorio); advertirle por canales institucionales de que no deben entrar a nuestro territorio, de que no encontrará trabajo si es un ilegal, o que no podrá alquilar una vivienda, ni habitarla si se vale de un compatriota para vivir en el país, o que no tendrá acceso a la escuela o la salud pública, sólo porque él representa un caso de humanidad.
“Usted excluye además que la inmigración ilegal es en gran parte culpa nuestra” –arguye el profesor. “Sobre la mano de obra haitiana, le sugiero que el sistema capitalista requiere mano de obra barata, y que de esa manera contribuye al PBI nacional y del país de origen, tal como usted conoce estudios que lo afirman”.
Mi respuesta a esa pregunta es la siguiente: también República Dominicana está padeciendo su crisis antropológica. Nuestro problema migratorio es diferente.
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