
Cuando hablamos de la salud, parecería que todos entendemos que es lo más importante y que por eso debe recibir atención privilegiada en cualquier circunstancia, por parte de quienes están involucrados en ese sector.
Eso sería lo ideal, pero lamentablemente no ocurre. Con frecuencia nos encontramos con situaciones en las que el paciente deja de ser el centro de la atención para convertirse en un simple cliente, cuyo valor depende de su capacidad de pago.
El reciente escándalo con la aseguradora de salud del Estado, Senasa, es otra muestra de lo indolente que puede llegar a ser el sistema. Hacer fraude con recursos para una carretera es grave, pero lucrarse a costa de la salud es, sin duda, mucho más desgarrador.
Ejemplos sobran:
• Desde hace tiempo se habla de los lucrativos negocios de algunos prestadores de servicios médicos con la facturación a los seguros.
• Somos testigos de abusos y reglas absurdas de las aseguradoras, que limitan los procedimientos y medicamentos que podemos recibir, a pesar de que pagamos los seguros de manera obligatoria y puntual.
• Sin dinero ni seguro, no se puede entrar a la emergencia de una clínica, así uno esté al borde de la muerte.
Esta misma semana, una persona que conozco tuvo un pequeño accidente con un transeúnte. Asustada, decidió llevarlo a la Plaza de la Salud para que lo atendieran, pero allí se negaron a darle los primeros auxilios porque no tenía seguro. Le insistieron que lo llevara a otro lugar porque allí “le saldría muy caro”. Y yo me pregunto: ¿no es un deber moral y legal salvar una vida antes de pensar en el dinero? Sin seguro y sin dinero, te mueres.
Si todos tuviéramos acceso a centros privados, iríamos allí y los hospitales públicos no estarían tan sobrecargados. Pero la realidad es que la mayoría de los dominicanos está obligada a acudir a hospitales estatales, donde muchas veces no recibe la atención digna que merece.
Y esto no termina ahí. Existe una industria de medicamentos falsificados que se venden en las calles, a la vista de todos, como si fueran simples objetos de uso cotidiano, poniendo en riesgo la vida de quienes los consumen.
A esto se suman los falsos médicos y “especialistas” en estética que, sin preparación adecuada, realizan procedimientos peligrosos y hasta mortales.
Definitivamente, estamos frente a un problema que ha desbordado los límites. Para enfrentarlo, no necesitamos más leyes; lo que hace falta es que las que ya existen se apliquen de manera firme y sin excepciones.
La salud no puede seguir siendo un privilegio ni un negocio. Dejar las cosas como están es aceptar que el dinero vale más que la vida.
Si como sociedad no tomamos medidas contundentes para frenar la corrupción, castigar el fraude y garantizar atención médica digna para todos, seguiremos condenados a un sistema que decide quién vive y quién muere en función de su capacidad de pago.
!Es momento de devolverle a la salud su verdadero valor: la vida!
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José Miguel de la Rosa
Egresado de la carrera de Comunicación Social, mención Periodismo, por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Posee diplomados en comunicación política, periodismo de datos, periodismo digital, entre otros. Cuenta con más de 13 años de experiencia en el ejercicio periodístico, con ...