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"Creo que mamá mató a mis hermanos": la historia de cómo una hija se reconcilió con su madre después de un doble crimen incomprensible

La escritora y traductora argentina Laura Alcoba (La Plata, 1968).
En 2018 Laura Alcoba se encontró con Flavia, la hija sobreviviente quien le dice: “Me parece que necesito que vos escribas este libro".

No son los nombres reales, pero la historia sí ocurrió de verdad. Fue en París, en 1984, dentro de la comunidad de argentinos exiliados en Francia. Griselda, madre de tres niños, ahogó a sus dos hijos menores mientras Flavia, la mayor, de sólo 6 años, estaba en el colegio.

Griselda vivía con ellos y con su marido, Claudio, en la pequeña conserjería del liceo donde trabajaban en limpieza y mantenimiento. La pareja había huido de la dictadura en Argentina.

Su historia es reconstruida por la escritora francesa de origen argentino, Laura Alcoba, en su último libro, “A través del bosque”.

La autora de la célebre "Trilogía de La casa de los Conejos" -compuesta por tres novelas en las que trabaja su memoria de infancia marcada por el exilio y la detención de su padre como prisionero político-, relata en su nueva obra que cuando éste fue liberado y viajó a Francia, antes de instalarse en su propia casa fue recibido por un breve período en la conserjería de Griselda y Claudio.

Varias décadas después, en 2018, Laura Alcoba se encuentra con Flavia, la hija sobreviviente quien le dice:

“—Me parece que necesito que vos escribas este libro. Y mi madre lo necesita también. Así, a través de tus palabras, ella me contará lo que pasó. Necesito que lo escribas para saberlo, por fin.”

BBC Mundo habló con Laura Alcoba en el marco del HAY Festival Arequipa que se realizó entre el 9 y el 12 de noviembre en esa ciudad peruana, donde ella compartió su proceso de investigación y escritura.

Tu padre te contó la historia en el momento del juicio de Griselda, ¿por qué pasó tanto tiempo antes de que la escribieras?

El relato fue tan impactante que de cierto modo me lo oculté.

Mi memoria se volvió a despertar en 2010, cuando vi una película de Martin Scorsese, Shutter Island, con algunos puntos muy perturbadores en común, porque es sobre una madre que ahoga a tres hijos.

Recuerdo haber salido del cine diciéndome, esta historia ya me la contaron, pero no lograba saber cómo, dónde.

Y fue increíble, porque después de verla, mi padre me dijo ¿recuerdas aquella terrible historia? Lo había ido a ver Flavia para indagar sobre el pasado de su familia, y claro, de ahí venía esa sensación de conocerla.

Le dije a mi editor, mira, si algún día tengo la fuerza -porque no sabía si era capaz-, tal vez trate de escribir un libro sobre un acontecimiento muy terrible que ocurrió dentro de la comunidad de argentinos exiliados en París.

Tardé años en decidirme.

¿Cómo te llegó la fuerza y la determinación?

Me encontré con Flavia y pensaba que me encontraría con alguien viviendo en el dolor, y la gran sorpresa fue ver a una persona solar, luminosa, que no me imaginaba en absoluto, una gran fotógrafa que desprende luz.

Sabía que yo era la hija de un antiguo amigo de su padre, y que yo escribía.

Sentí que me esperaba y de cierto modo me lo dijo: necesito que hables con mi madre.

Ahí la indecisión se esfumó por completo. Sentí casi que tenía que hacerlo, una forma de deber hacia ella.

Ese encuentro fue determinante. Creo que sin Flavia no lo hubiese escrito.

Flavia te busca para saber la verdad a través del relato de su madre, ¿qué pasaba entre ellas?

El libro desempeña el papel del relato imposible entre ellas.

Sin embargo, no deja de ser lo impensable, lo indecible, lo incomprensible de manera absoluta y definitiva.

Tengo la impresión de haberme acercado a una forma de abismo, pero al mismo tiempo lo que fue muy fuerte e impactante es que había un después y ese fue el motor, cómo vivir con lo impensable.

También es un libro sobre la fuerza de la infancia, un tema que me habita desde hace mucho tiempo.

Flavia se construye a pesar de ese abismo, a pesar del pozo de oscuridad definitivo, de ese día de locura -no sé cómo nombrarlo- que no deja de ser insoportable para la misma Griselda hoy.

Después de ahogar a sus hijos, Griselda va a buscar a Flavia al colegio y es Colette, su profesora, la que impide que se lleve a niña…

En cierto momento, ella me dice, te tengo que contar mi historia, y expresa como una oscuridad definitiva en la que entró ese día.

Y ese gesto de Colette, que vio que la mujer que venía a buscar a su hija no estaba en un estado normal, de cierto modo la salvó y detuvo la tragedia.

De todo lo que leí e investigué sobre este tipo de casos -que se repite en diferentes lugares y a través del tiempo- uno podría imaginar que si Griselda hubiese matado a su hija, después se habría suicidado, como ya había intentado hacerlo en su juventud.

Pero gracias a Colette, se interrumpe la lógica de la tragedia, se pone en marcha otra cosa.

A partir de ese momento brota algo; a pesar del horror, efectivamente ella se puede reconstruir desde el fondo del abismo, como madre con Flavia, y Flavia, a pesar de toda la oscuridad de ese día, logra construirse.

Algo sobrevive gracias al gesto de Colette.

Después, ella y su marido, Rene, la comenzaron a cuidar los fines de semana y viajaban con ella en vacaciones. Le dio mucho a la niña después sin cálculos, sin teorizar el cómo y el por qué.

En un momento de emoción, quise decirle: pero es maravilloso lo que hicieron por Flavia.

Y ella me dice, bueno, hicimos lo que teníamos que hacer. No se veía como una heroína. Con una humildad tan grande que yo creí toparme con lo que era el amor con mayúscula. Humanidad, generosidad y simplicidad en la manera de dar.

Vas reconstruyendo ese día fatal que parte cuando Griselda va a ver a Claudio con la cara muy maquillada para decirle que no se encuentra bien, pero él no la escucha, la rechaza. ¿Qué simboliza su cara pintada?

Creo que es como una máscara; es como decir, yo estaba detrás de ese maquillaje, quizás era una forma de protegerse de ese día.

En todo caso, era un elemento muy importante en el relato de Griselda, pero también en el de los demás, en esos días previos -me imagino que un psiquiatra diría del brote psicótico o algo de ese tipo.

Pero ella se pintaba como si fuese un personaje.

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