Todavía sigue produciendo ruido el intento de entidades ajenas a los partidos políticos y por tanto bastante libres de sospecha, por establecer el debate entre candidatos como procedimiento de campaña electoral en el país.
No ha sido imposible, pero tampoco fácil; mientras más se asciende en la pirámide, más complicado se le vuelve a cualquier bien intencionado en la introducción de este recurso en nuestra cultura política, conseguir respuestas afirmativas cuando invita a los candidatos. Y es difícil, o imposible, porque los políticos profesionales manejan estas propuestas como un asunto coyuntural.
Si están en una posición cómoda, ¿para qué complicarse la vida? En un debate puede surgir un contrincante con habilidades inesperadas, o puede una posición ventajosa en la opinión pública elevar al nivel del más favorecido a los que no han conseguido posicionarse en el interés de la población.
A la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios le queda todavía mucho por hacer para concretar un debate en medio de una campaña electoral al más alto nivel.
De leyenda
El único debate con un candidato presidencial en el país se produjo en el año de 1962, pero intervino uno apenas, el profesor Juan Bosch, que se midió con el sacerdote Láutico García por un asunto ideológico, ni siquiera programático, frente a un cura católico.
