El coronavirus y sus secuelas han puesto de manifiesto con toda crudeza la real naturaleza de un sistema definido por el papa Juan Pablo II como salvaje (léase cruel, brutal, irracional, atroz).
Es cierto que la pandemia ha obligado a la colaboración entre científicos de todo el mundo, desde Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, China, Alemania, Cuba y otros países, el problema está en la distribución de las vacunas. Ahí hay una desigualdad demasiado grande.
Países como Canadá, Estados Unidos y Reino Unido han hecho lo indecible por acaparar incluso más dosis de las necesarias para proteger su población, sin importarles que a naciones menos afortunadas no les llegue siquiera las vacunas imprescindibles para proteger a su población más vulnerable.
Acaparar vacunas en medio de una pandemia es un acto de lesa humanidad. Un egoísmo vergonzoso, que desdice mucho de una supuesta civilización y pone de manifiesto la esencia del capitalismo, donde importan más las ganancias de las grandes farmacéuticas como AstraZeneca o Pfizer que la vida de millones de seres humanos.
Esta situación quedó evidenciada cuando más de un centenar de países, con la India a la cabeza, han exigido ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) la liberación de las patentes para facilitar el acceso a las vacunas de todas las naciones, pero los países más ricos se oponen bajo el alegato de que tienen industria farmacéuticas propias “y las están protegiendo”.
De aprobarse, liberar las patentes facilitaría el intercambio de conocimientos y “multiplicar con rapidez los sitios de fabricación de productos médicos urgentes contra la pandemia, como las vacunas”.
Incluso países pobres como República Dominicana podrían producir las dosis necesarias para su población, tal como explicó recientemente en el almuerzo del Grupo Corripio, la decana de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Mary Anne Butler Ransohoff.
La académica explicó que la PUCMM está en capacidad de producir la vacuna contra el coronavirus en su Centro de Investigación de Biología Molecular, empero –recalcó- solo lo puede hacer si los grandes laboratorios y farmacéuticas liberan la patente.
La conclusión puede parecer muy apolítica, radical, mas nadie debería asombrarse, porque hace más de un siglo que lo dijo un barbudo alemán, el mismo Capitalismo que en su momento fue un gran avance para la humanidad porque contribuyó a superar el atraso y elevó la capacidad de producción a niveles insospechados, impulsó el desarrollo, la ciencia, la globalización, el comercio, etc. en la etapa actual es -más que una retranca- una amenaza para la sobrevivencia misma de la especie humana.
Probablemente Carlos Marx nunca imaginó que una pandemia llamada Covid-19 sería una prueba más de que él tenía razón, de que es un sistema que con frecuencia alienta lo peor de los humanos.
Afortunadamente, la humanidad es más que eso.