
No había pasado mucho tiempo desde el inicio de la pandemia cuando Danielle, una maestra de 31 años en una escuela pública en Nueva Jersey, EE.UU., se dio cuenta de que casi todo lo que amaba de su trabajo había desaparecido.
"Todavía amaba enseñar, pero las circunstancias no me permitían hacer mi trabajo de la forma en que quería hacerlo", cuenta.
"La forma en que creo que los estudiantes aprenden mejor es hablando entre ellos y haciendo preguntas y no pudimos hacer nada de eso. No se les permitía trabajar en grupo, apenas hablaban. Fue horrible".
Ella nunca dudó de que enseñar era su vocación antes de la pandemia, pero Danielle comenzó a sentir rechazo cuando tenía que ir a trabajar.
A lo largo del último año y medio, muchos empleados se sintieron de manera similar con trabajos que alguna vez amaron y cuyas tareas se volvieron notablemente diferentes.
Algunos encontraron que se incrementó el desinterés preexistente, mientras que otros descubrieron un nuevo nivel de disgusto en sus posiciones o con sus obligaciones.
Y aunque no todos los trabajadores tienen que amar su empleo, mantener un relación positiva, o al menos neutral, es clave para que muchos transiten su día laboral satisfactoriamente.
