Cosas ilógicas en el pensamiento
Porque… “Lo sabio es eterno; si un tiempo no es
Su tiempo, otros tiempos lo serán”
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Sorprenderse, extrañarse,
Es comenzar a entender.
Ortega y Gasset.–
Asistimos diariamente a la deshumanización de las relaciones interpersonales de manera tan acelerada, que inclusive los más elementales principios de decencia, moral y ética se están convirtiendo en una especie en extinción, o algo puramente teórico que aparece de vez en cuando en boca de algunos teóricos políticos siempre y cuando a ellos les convenga.
Tengo miedo, como expreso Einstein, de la llegada del día que la tecnología vaya a sobrepasar la interacción humana, porque en realidad el mundo se convertirá en una generación de idiotas. Momentos juntos, supuestamente para interactuar pero cada quien chateando por su lado, algo así como, juntos pero no reburujados. ¿Y los sentimientos? ¡Bien gracias, andando por cualquier banda ancha!
Y, lo grande del caso, es que todos de una u otra manera nos dejamos llevar por ese camino lleno de vacíos existenciales. Ya hasta para marcar un teléfono lo hacemos de un directorio porque apenas hacemos el ejercicio mental de aprendernos el nuestro.
Pero eso es la modernidad y así tenemos que vivir, porque tratar de imaginarse algo que no cambie en y con el tiempo, es prácticamente una utopía, claro, aunque no aquí en este país.
Tenemos tantos temores y de tal variedad, que tememos hasta el pensar en el hambre que puedan sufrir muchos dentro de pocas décadas, debido a la perdida manifiesta que se produce día a día de nuestras tierras hábiles para cultivo, por culpa precisamente de ese desordenado y mal llamado “progreso”, donde las mejores tierras son destinadas para mil cosas menos para producir lo que antes producían, es decir, alimentos. Quizás cínicamente, hasta tememos por los campesinos, por haberse quedado atrás en el modernismo y no vivir como nosotros pendientes de la farándula, las megas chulas y los comentarios de nuestros analistas políticos, mientras ellos se mantienen mojando y cuidando una cosecha que al fin y al cabo solo le produce mucho esfuerzo y mucha hambre.
Pero aquí, en este país pocas cosas cambian. Los políticos no sufren transformación alguna, no se reinventan ni sufren reingeniería, aunque solo quizás en la perversidad y el engaño al pueblo, esforzándose al máximo por superarse unos a otros pero, después, algo decente o patriótico, no señor. Ellos conservan la misma oratoria cínica y engañosa, el mismo accionar traicionero y las mismas tramas. En eso no hay cambio.
Domamos el potro salvaje; se regulariza la presión arterial; el consumo de alcohol; la posesión de tierras baldías, en fin, todo tiende a ser regularizado menos el accionar de nuestros políticos, donde barriles y cofres si, impuestos pendejos para sacarle el dinero de los bolsillos a los pendejos eso sí pero, lo referente al bienestar general, eso no, no señor. Aunque lo peor y más doloroso de esto, es que tampoco cambia el accionar y el pensamiento de este pueblo pendejo y de abobaos.
Tememos tanto de estos engendros de la ambición desmedida y la adoración de su propio ego y que han llevado al extremo la banalización hasta de nuestra cultura y capacidad para recordar hechos que ellos mismos se encargan de hacernos creer la interpretación que les da la gana, como si fuesen como ciertas, cuando en verdad solo han sido traiciones y manipulación de realidades.
Por eso y dentro de estas divagaciones a las cuales “ellos” nos conducen y aunque parezca traído por los pelos este tema que forma parte de la historia, leyendo un artículo sobre El Che Guevara, nos trajo a colación la misma traicionera manipulación política con Caamaño Deño.
El Che murió como tenía que morir. Caamaño murió como tenía que morir. El Che no cabía ya en Cuba ni en las Américas. Caamaño no cabíaen dominicana. No había tumba donde enterrar al Che, no lo había donde enterrar a Caamaño. El Che no podía ser Presidente de Cuba ni en ninguna parte de las Américas. Caamaño no podía ser Presidente en dominicana. Por eso el Che tenía que morir, por eso, Caamaño tenía que morir. Imaginan Caamaño bajar de las montañas airoso, como todo un héroe, ¿Quién iba a ser el Presidente? Por eso Caamaño tenía que morir y así lo hicieron, no los militares, no señor… ¡Los políticos! Traición allá, traición aquí, aunque traten de cambiar la verdad, aunque traten de lavarse las manos como Pilatos. Divagando, solo divagando. Así nomás. ¡Si señor!
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