Bloomberg News.–Durante la 7° Cumbre de las Américas que tuvo lugar en la ciudad de Panamá a partir del viernes, una de las sillas estuvo vacía.
Oficialmente, la presidenta chilena Michelle Bachelet permaneció en su país para supervisar la reconstrucción de franjas del norte de Chile devastadas por lluvias torrenciales e inundaciones repentinas.
No fue, sin embargo, la única emergencia en la mente de Bachelet. En el último mes, un escándalo por corrupción multimillonario en dólares envolvió a magnates del mundo empresarial, algunos de los aliados políticos de Bachelet y hasta su propio hijo, que está siendo investigado por tomar un cuestionable crédito de US$10 millones.
El caso ha dominado el ciclo de noticias y drenado los niveles de aprobación estelares de Bachelet. En una conferencia de prensa el miércoles pasado, Bachelet se sintió obligada a decir a corresponsales extranjeros que “no tengo intenciones de renunciar”.
Por lo tanto, si el país modelo de la región, paladín tanto de la probidad como de la gestión económica sólida, cayó en descrédito, ¿qué decir sobre el resto de la manada?
A comienzos de la semana pasada, un manifestante sigiloso soltó un puñado de roedores en el recinto de la sala de una comisión parlamentaria en Brasilia donde los legisladores estaban interrogando a un apparatchik del partido gobernante acusado de saquear a la compañía petrolera estatal para financiar campañas políticas. El simbolismo no pasó inadvertido a los brasileños, que han visto a Petrobras, su marca más grande, consumida por alimañas de traje.
Ocurre lo mismo en toda América Latina, donde las máximas autoridades se han ayudado a sí mismas con las arcas públicas.
“En casi todos los países latinoamericanos hay en este momento un gran escándalo”, me dijo Alejandro Salas, director de Transparencia Internacional para las Américas.
Elefante invisible
La corrupción fue probablemente el elefante invisible en la sala de reuniones de la ciudad de Panamá. Empezando por los organizadores.
En enero, el expresidente panameño Ricardo Martinelli abordó un avión rumbo a Miami, dejando una estela de escándalos y sin fecha de retorno.
Varios de los excolaboradores y aliados de Martinelli están respondiendo a acusaciones de haber malversado dinero público, y su exjuez titular de la Corte Suprema fue sentenciado a cinco años de cárcel. Su sucesor y exvicepresidente, Juan Carlos Varela, que muchas veces se peleó con Martinelli, se ha redefinido como el impensable Don Limpio de Panamá.
Pero la corrupción no salió a relucir en la ciudad de Panamá. Una de las razones del silencio en cuanto a la corrupción es el “esprit de corps”: con la podredumbre propagada ecuménicamente en todo el hemisferio, a los líderes no les entusiasma acusar a sus vecinos por temor a atraer un mayor control.
Otra es que, pese a ser malos, las coimas y los sobornos quedan en un segundo plano con respecto a la caída económica que está tirando abajo el crecimiento y los niveles de aprobación presidenciales. Maduro de Venezuela alcanza un 22 por ciento, y la presidenta brasileña Dilma Rousseff, un 13 por ciento.
Ignoran la mugre a su propia cuenta y riesgo. En épocas más exuberantes, los latinoamericanos se han mostrado dispuestos a mirar hacia otro lado cuando los dedos oficiales se desviaban, pero ya no.
La recesión, la inflación, la polarización política y la parálisis en la rama ejecutiva y ahora el escándalo de Petrobras hicieron salir a la calle a más de un millón de brasileños contra el gobierno de Rousseff el mes pasado, y podrían volver a hacerlo.
Las pérdidas de empleo, una inflación de dos dígitos y el caso bizantino de la muerte del fiscal principal Alberto Nisman provocaron cacerolazos en Argentina.
El jueves pasado, los manifestantes marcharon en la República Dominicana contra un fallo de un juez de la Suprema Corte que desestimó una causa contra un legislador federal de su propio partido que se había guardado una fortuna en sueldos de empleados públicos.
No sorprende que los periodistas estén bajo ataque en Argentina, Ecuador, Venezuela, Nicaragua y hasta en el mayormente democrático México. Por desgracia, eso también quedará para otra cumbre.