Controlar los factores de riesgo de epilepsia podría prevenir hasta un 30 % de los casos
La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más comunes a nivel global, afectando a más de 50 millones de personas en el mundo. Sin embargo, alrededor de un 30 % de los casos se pueden evitar si se controlan adecuadamente los factores de riesgo. Los expertos explican formas para evitar esta enfermedad.
Los traumatismos, infecciones, enfermedades genéticas o problemas vasculares se encuentran entre el 30 % de los factores de riesgo de epilepsia que se podrían prevenir y, con ello, evitar las consecuencias de esta enfermedad.
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Estos son datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), con motivo del Día Internacional de la Epilepsia, que se conmemora el segundo lunes de febrero, este año el día 10 de este mes.
La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más frecuentes que se caracteriza por la presencia de crisis epilépticas y por la predisposición del cerebro a generar dicha crisis.
Además, la SEN indica que la epilepsia afecta ya a casi 500.000 personas en España.
Mayor peligro
Según el informe “Impacto sociosanitario de las enfermedades neurológicas en España” de la SEN, a escala global, las personas con epilepsia tienen mayor riesgo de sufrir lesiones físicas que la población general.
También el riesgo de sufrir accidentes fatales es entre 2 y 4 veces superior.
Más cormobilidades
Por otro lado, según la SEN, aproximadamente un 50 % de las personas con epilepsia asocian una o más comorbilidades.
Destacan las enfermedades psiquiátricas, en especial la ansiedad y la depresión, que tienen una prevalencia entre 7 y 10 veces superior.
Lo mismo ocurre con los trastornos cognitivos, la migraña, las enfermedades cardiovasculares y las endocrino-metabólicas.
Mayor mortalidad
En cuanto a la mortalidad, numerosos estudios han demostrado que el riesgo de muerte es mayor por epilepsia.
La muerte súbita asociada a la epilepsia (SUDEP), el estatus epiléptico, el riesgo de suicidio y los accidentes provocados por las crisis son las principales causas que contribuyen a la elevada morbimortalidad asociada a esta enfermedad, según el informe del IHME (Institute fo Health Metrics an Evaluation) del Global Burden Disease study (GBD).
En el mismo informe se señala que la epilepsia no sintomática fue la responsable del 5 % del total de años de vida perdidos debido a discapacidad o muerte prematura por causa neurológica y del 1,3 % de las muertes.
El doctor Manuel Toledo, coordinador del Grupo de estudio de Epilepsia de la Sociedad Española de Neurología, explica que la epilepsia es una enfermedad crónica con alto impacto en la calidad de vida, tanto para quien lo sufre como para sus familiares y afecta también a los sistemas sanitarios.
“En todo el mundo, es una de las enfermedades neurológicas que más años de vida perdidos por discapacidad produce, aunque su impacto depende de muchos factores, como las enfermedades subyacentes o el grado de respuesta al tratamiento”, indica el neurólogo.
El diagnóstico
Además, señala que todavía hoy en día, el diagnóstico de epilepsia puede suponer un estigma, y se asocia a dificultades para desarrollar una vida social plena, así como para recibir una formación adecuada y encontrar empleo.
Según la SEN, cada año se diagnostican más de 2,4 millones de nuevos casos de epilepsia en el mundo, pero incluso en países desarrollados el retraso en el diagnóstico de esta enfermedad puede alcanzar los 10 años.
Alrededor de un 10 % de la población padecerá una crisis epiléptica a lo largo de su vida y es importante detectar de forma precoz quien llegará a desarrollar la enfermedad, teniendo en cuenta que puede debutar a cualquier edad, aunque tiene una incidencia mayor en niños y adultos mayores.
Formas para evitar la epilepsia
Desde la SEN, explican que algunas de las principales medidas que podemos adoptar para evitar padecer epilepsia y sus factores de riesgo son:
- Protegerse contra los traumatismos craneales.
- Controlar los factores de riesgo vascular, con una buena dieta, ejercicio, evitando tóxicos, etc.
- Seguir las pautas de vacunación e higiene, o llevar un correcto seguimiento del embarazo y del parto.
Además, el doctor Toledo concluye en la necesidad de seguir investigando en tratamientos efectivos que ayuden a controlar las crisis y modificar la evolución de la misma.
¿Cómo actúa una crisis epiléptica?
Ivan Iniesta López, neurólogo, investigador de EpiNet, líder de una consulta de rápido acceso dedicada a pacientes que hayan sufrido una primera crisis epiléptica o padezcan epilepsia del Hospital Los Madroños, centro de referencia nacional en el campo de la neurorrehabilitación y el daño cerebral, indica ocho aspectos relevantes a considerar sobre la epilepsia y sus crisis.
1. Epilepsia local o focalizada
La epilepsia se clasifica de acuerdo con el tipo de crisis.
Cuando las crisis epilépticas proceden de una localización concreta del cerebro hablamos de epilepsia focal, mientras que cuando su origen es difuso nos referimos a una epilepsia generalizada.
2. No todas las epilepsias conllevan convulsiones
Tanto las epilepsias focales como las generalizadas pueden acompañarse o no de convulsiones.
El experto explica que la convulsión no es sino un síntoma, pudiendo resultar de una crisis de inicio focal o presentarse desde el principio con convulsiones, en lo que tradicionalmente hemos denominado crisis convulsiva o de “gran mal” y ahora conocemos como crisis bilateral tónico-clónica.
Los síntomas provocados por una crisis guardan relación habitualmente con la zona del cerebro desde donde se originan.
“Por ejemplo, cuando la descarga neuronal excesiva proviene del lóbulo temporal, el síntoma consiste en una súbita sensación de extrañeza, en un estado transitorio de ensoñación o familiaridad tipo déjà vu que típicamente se repite de forma estereotipada, pudiendo acompañarse o sucederse de una alteración de la conciencia pasajera. Si la región implicada pertenece a la corteza frontal el síntoma será motor y si nace de la corteza occipital el síntoma inicial probablemente sea visual, pudiendo evolucionar o no a una alteración o pérdida de conciencia con o sin convulsiones”, indica el especialista.
3. Un alto porcentaje de pacientes no responde bien a la medicación
Aunque la mayoría de las epilepsias suelen comportarse de forma benigna y controlarse con el fármaco adecuado, cerca de un tercio de pacientes no responden bien a las distintas terapias farmacológicas, lo cual conocemos como epilepsia fármaco-resistente.
Algunos pacientes, previamente seleccionados, dentro de este grupo, pueden ser subsidiarios y beneficiarse de una cirugía tras realizarse un estudio exhaustivo en un centro avanzado y de referencia para el manejo de epilepsias complejas.
4. La epilepsia culturalmente acarrea un estigma
Históricamente, la epilepsia arrastra consigo un estigma social del cual no hemos podido aun desprendernos.
Entre las prioridades planteadas por la comunidad científica para la próxima década en epilepsia, el objetivo de la neurología consiste en velar por la salud de los pacientes, promoviendo las medidas preventivas adecuadas y divulgando su conocimiento con el fin de concienciar a la ciudadanía, siendo el estigma social uno de los aspectos que más seriamente comprometen la calidad de vida del enfermo con epilepsia.
La divulgación y la concienciación son esenciales para el enfermo y su entorno.
“La epilepsia no solo son las crisis epilépticas, sino también los efectos secundarios provocados por los medicamentos destinados a tratarla, la ansiedad y depresión frecuentemente asociadas, sin olvidarnos tampoco del riesgo de muerte súbita relacionado con la epilepsia, sobre todo cuando las crisis son nocturnas, no están bien controladas o la medicación se toma de manera errática o se producen cambios frecuentes en el tratamiento”, explica el experto.
5. La epilepsia impacta en actividades cotidianas como conducir
Las personas con epilepsia activa tienen un riesgo añadido de accidentes graves (incluso fatales) por caídas o ahogamientos, por lo que deberían evitar bañarse solos.
Por otro lado, no pueden conducir vehículos motorizados legalmente en el caso de haber presentado una crisis epiléptica en el último año.
6. Las crisis epilépticas suelen ceder espontáneamente
Una crisis epiléptica no requiere, por lo general, tratamiento farmacológico urgente más allá de adoptar las medidas PAS (Proteger, Avisar y Socorrer), colocando al paciente de costado y no poniendo nada en su boca, entre tanto llega una ambulancia.
Cuando una crisis dura más de cinco minutos debe instaurarse tratamiento de forma inmediata previo al traslado a un centro con guardias permanentes de neurología y unidad de cuidados intensivos.
7. Incidencia mayor en niños y personas mayores de 65 años
Aunque la epilepsia es una enfermedad que puede presentarse a cualquier edad, es más frecuente que suceda en la infancia y en la tercera edad.
“Entre la infancia y la pre-adolescencia se observa un pico de epilepsias de curso benigno, que no requieren tratamiento farmacológico y tienden a desaparecer durante la adolescencia o en la temprana edad adulta sin dejar rastro”, señala el doctor.
En edades avanzadas, un riesgo más elevado de ictus o demencia explican la mayor incidencia en esta franja de epilepsia relacionada con la enfermedad de Alzheimer o de causa vascular.
8. Causas y diagnóstico
Según el doctor, deberíamos referirnos más a las epilepsias, en plural, que a la epilepsia, dada la heterogeneidad en lo referente a sus síntomas y a sus posibles causas, las cuales pueden abarcar desde una predisposición genética hasta una grave lesión cerebral adquirida.
“El diagnóstico es fundamentalmente clínico y, por tanto, basado en la anamnesis (o historia clínica) contando con los datos aportados por el paciente y complementados mediante una historia colateral facilitada por testigos presenciales de las crisis epilépticas. La exploración neurológica y la realización de pruebas complementarias como una analítica de sangre, un electrocardiograma, un electroencefalograma y una resonancia magnética nuclear contribuyen asimismo al diagnóstico” explica el experto.
Además, para diagnosticar epilepsia es necesario que haya habido, al menos, dos crisis epilépticas espontáneas, esto es no provocadas por factores externos como sustancias tóxicas o alteraciones metabólicas.
O, también, hallarnos ante una sola crisis espontánea y establecer, mediante las mencionadas pruebas auxiliares, un riesgo alto para desarrollar nuevas crisis.
Por último, en el diagnóstico diferencial de epilepsia debemos considerar otros trastornos que pueden confundirnos como son las crisis disociativas de origen psicógeno y el síncope.
Un diagnóstico y tratamiento precoz influye favorablemente en el pronóstico, por lo que resulta prioritaria una valoración temprana por parte de un especialista en epilepsia.
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EFE
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