Como cada sábado Francisco Delfó y su hijo regresaban a Haití montados en bicicleta para reencontrarse con los demás miembros de su familia, tras una larga jornada de trabajo.
Pero esta vez es diferente. Con el cierre de frontera provocado por el desvío del río Masacre, Francisco no sabe si su patrón podrá interceder para que él vuelva a cruzar, para ganarse el sustento de su hogar.
«Si no me dejan pasar de nuevo, no importa porque estaré en mi casa», se refirió al preguntarle de la posibilidad de no poder regresar hasta que se resuelva el conflicto entre ambas naciones.
Francisco trabaja en la zona fronteriza de Dajabón en una finca de ajíes junto con su vástago.
«Los haitianos tenemos miedo», expresó Benson Louissaint, quien dijo cruzaría porque está ayudando a un amigo a cargar sus pertenencias, aunque queda preocupado porque deja a su mujer e hijas de este lado de frontera, sin saber cuándo podrá regresar.
Privilegio
Los miembros del ejército daban prioridad para entrar primero a las mujeres embarazadas y aquellas que tienen bebés recién nacidos.
En la larga fila, cientos de haitianos retornaban a su país con maletas, colchones y hampers de ropa sobre sus cabezas, ya que prefieren estar en su nación hasta que las autoridades lleguen a algún acuerdo.
Mientras esperaban, las inclemencias del tiempo golpeaban a estas personas, que esperaron durante horas a que abrieran la puerta fronteriza de Dajabón, la cual fue abierta a las 4:00 de la tarde.