A pesar del período especial que han traído las medidas de confinamiento, de control de la movilidad y el desempleo en muchos casos, desde los primeros días de diciembre se ha hecho notable el contento en muchos rostros, la alta presencia de compradores y de vendedores y dificultad para transitar por las calles de la capital, que en algunas vías parece a veces que no cabe un vehículo más.
Está lejos de ser lo que era, pero se parece a los aires que provoca el sueldo trece cuando entra en los bolsillos. La gente está contenta.
Pero prudentes
Estar alegres no implica que nos volvamos irresponsables, especialmente en un momento en que se informa de un rebrote de los casos de coronavirus.
El mundo no se acaba en enero; vendrán otros diciembres.