Descalzos, malnutridos y sin posibilidad de ir a la escuela.
Así se encuentran, según denunciaron las autoridades nicaragüenses, más de 300 menores que forman parte de un asentamiento instalado en el noroeste del país conformado por unas 650 personas procedentes de El Salvador, Guatemala, Honduras y otras partes de Nicaragua.
Todos ellos, miembros de un grupo religioso que se autodenomina «El cuerpo místico de Cristo», esperan en El Viejo, departamento de Chinandega, la llegada de Jesucristo y el consecuente rapto divino.
Ahora, conforme el caso cobra cada día más relevancia, el gobierno del presidente Daniel Ortega se plantea si llegó el momento de intervenir.
Arrebatamiento o rapto divino
Los miembros del movimiento religioso, calificado como secta por los medios locales, han ido llegando a la zona rural de El Viejo desde hace meses.
El grupo, liderado por el pastor Javier Sánchez que actualmente está detenido, espera alcanzar la salvación en esta pequeña localidad ubicada a 75 kilómetros de Chinandega y a poco más de 200km de la capital, Managua.
La periodista Carol Munguía, de El Nuevo Diario, visitó la comunidad y constató el estado de precariedad en que se encuentran sus habitantes, especialmente los menores.
«Allí hay más de 600 personas, muchas de ellas adolescentes y niños en estado vulnerable y de hacinación», le cuenta Munguía a BBC Mundo.
La reportera describe cómo los pastores que lideran la comunidad, 11 en total, residen en viviendas de bloques, con todo lo necesario, computadoras y acceso a Internet, mientras que «los demás están hacinados, viven en chozas hechas con palma, plásticos y madera, seguidas una de otra a medio metro, y duermen en hamacas».
«Fueron llamados por un pastor del movimiento ‘El cuerpo místico de Cristo’ formado hace unos 10 años, y están concentrados a la espera de un rapto divino.
«Ellos esperan ese acontecimiento de la venida del Espíritu Santo y creen que puede ocurrir en cualquier momento desde hace unos meses hasta la próxima primavera (del hemisferio norte)», relata Munguía.
El sacerdote católico Luis Santamaría del Río, de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas,le explica a BBC Mundo que «un rapto divino en resumen es lo siguiente: cuando llegue el fin de los tiempos, en un momento previo a la tribulación predicha por el Apocalipsis, los creyentes verdaderos serán arrebatados (o ‘raptados’) corporalmente por el Señor».
Pero, advierte el religioso, «los acontecimientos finales son de iniciativa divina, y no pueden ser adelantados o retrasados por los hombres, tal como a veces defienden algunos intérpretes errados».
Condiciones insalubres
Mientras los miembros del grupo esperan con devoción que se cumpla el fenómeno espiritual, fuera de la comunidad la mayor preocupación gira en torno al estado de salud de los niños, que por orden de los mayores no tienen acceso a la atención médica.
Muchos de los niños, por ejemplo, están enfermos de varicela, pero los adultos no permiten que sean atendidos, ni siquiera por las Brigadas Médicas que el gobierno desplazó a la zona.
«Existe el peligro de que haya un brote epidemiológico», advierte Munguía,»pero ellos insisten en que tienen un único sanador: Jesús».
En este sentido, la coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía y primera dama de Nicaragua, Rosario Murillo, declaró: «No hemos podido convencer a estas personas de la necesidad de que los niños sean atendidos».
Si bien quizo dejar claro que en Nicaragua se respetan las creencias y la fe de las personas y que hay libertad de culto y de religión, Murillo insistió en que «los niños tienen derecho a recibir salud y a recibir educación y a la protección de una familia y esa legislación se tiene que cumplir».
No se sabe, por ejemplo, cuántos de los niños allí presentes están acompañados de sus padres o, en su defecto, si cuentan con el permiso de sus progenitores para permanecer allá.
Por su parte, la ministra de la Familia, Adolescencia y Niñez, Marcia Ramírez, llegó el martes a la zona donde está asentada la comunidad.
Minutos antes de comenzar su visita, Ramírez habló brevemente con BBC Mundo para decir que su objetivo era monitorear la situación, en especial la de los menores, conversar con los miembros del grupo y buscar posibles soluciones.