La ira es una de las tantas emociones que vivimos como seres humanos. Puede convertirse en una fuerza impulsora bien canalizada hacia un fin o en un fuego que puede consumirnos hasta la autodestrucción, cuando detrás solo está el estallido y nos identificamos con él, perdiendo energía, afectándonos y a nuestro entorno.
Cuando estos estallidos se repiten frente a una situación externa recurrente podríamos hablar de detonadores. Es decir, darle poder a una situación, palabra, comportamiento afuera, para descontrolarnos y proferir con violencia, actuar desmedido al calor del momento sin medir consecuencias.
Detrás de esas situaciones que nos descontrolan, normalmente hay una creencia limitante, habrá que estar en el rol de observador para conocer qué dispara y por qué ciertas actitudes. ¿Creo que todo se trata de mí, es cierto eso, es una proyección? ; ¿Me creo historias? ¿Estoy reaccionando a una herida no sanada de mi pasado ahora en el presente? Son cuestiones que deben ser miradas cuando es un patrón recurrente que nos drena y trabajadas con ayuda profesional de ser necesario.