Los residentes se han visto obligados a establecer sus propias normas de conviviencia en los proyectos que fueron donados por el Estado. jOSÉDE LEÓN
SANTO DOMINGO. -Las normas de convivencia establecidas en la Ley de Condominio no se aplica de igual manera en los complejos habitacionales donados por el Estado a personas residentes en zonas vulnerables, ya que mientras en algunos proyectos se respeta la buena vecindad entre los vecinos, en otros impera el desorden.
Al parecer no existe un mismo patrón de conducta y conservación que sirva como guía a los beneficiarios de esos proyectos, que muchas veces terminan en condición de abandono.
Un ejemplo de esto son los dos modelos habitacionales de Puerto Isabela, entregado a 558 familias que residían en El Hoyo de Chulín en 1988, en el cual no existe el pago de cuota de mantenimiento ni reglas claras para los condóminos.
Al otro extremo está La Nueva Barquita, un proyecto habitacional entregado en 2016 a 1,449 familias que vivían a la orilla del río Ozama, donde los residentes están conminados a respetar reglas comunes, de lo contrario son sancionados por la violación de las normas.
Gestión diferente
En el proyecto Puerto Isabela los beneficiados crearon sus propias reglas y hasta vendieron y rentaron los apartamentos.
“Estos se niegan a pagar mantenimiento”, según la secretaria de Bienestar Social de la Junta de Vecinos de Puerto Isabela, María Peña, quien cuenta que en esa organización es difícil poner reglas.
Por esta situación se ve mucho desorden, ropas tendidas en los balcones y paredes sucias y descuidadas. Algunos edificios poseen las paredes y techos agrietados, sistemas pluvial y sanitario obstruidos, mucha basura acumulada y aguas negras.
De acuerdo al residente Crucito Rosa, el 80 % de los que fueron beneficiados con un techo terminó vendiéndolo o rentándolo.
Proyecto modelo
Un ambiente diferente se respira en La Nueva Barquita, donde un patronato de condominios administra los 1,449
apartamentos n donados en 2016.
Para Francisca Ramírez, de 58 años, ese proyecto es un modelo a seguir , ya que ellos no tienen preocupación por la limpieza del entorno, donde hay tranquilidad. “Nosotros vivíamos muy diferente, y nos hemos adaptado a las reglas que aquí existen”, enfatiza la dama.
De su lado, Félix Polanco, de 75 años, explica que mudarse a ese complejo habitacional ha representado muy gran cambio, al que se han adaptado lentamente.
Detalló que previo a ser trasladados a ese residencial firmaron un acuerdo en el que se responsab
ilizaron a conservar
los inmuebles que fueron donados por el Estado.
Además, dijo que en cada edificio hay un encargado de escaleras, que forma parte de la administración del condominio.
Empoderando la zona
La administración de los bienes es encabezada por el Patronato La Nueva Barquita, el cual fue organizado por la Unidad Ejecutora para la Readecuación de La Barquita y Entornos (URBE), la cual acompaña a los residentes en su capacitación para que se encargen de administrar los apartamentos.
Estos dos modelos de condomio dejan claro la necesidad de que en los complejos habitacionales tradicionales se repliquen las prácticas de administración de La Nueva Barquita y se apliquen las normas, para evitar así conflictos entre condóminos, los cuales se generan tras la carencia de regulación y el manejo antojadizo de los los bienes inmuebles que han sido donados por el Estado dominicano.