
Sao Paulo, Brasil.- Un cementerio de esclavos enterrados bajo un puñado de piedras sin nombre ni fecha, en la espesura de la mata atlántica, muestra los primeros vestigios de un racismo ignorado que aún mata y segrega en Brasil.
La población negra, mayoritaria (56 % de 210 millones de habitantes), es la más golpeada por el desempleo, la que más muere en operaciones policiales y la menos representada en las esferas de poder.
El mayor país latinoamericano se formó por sucesivas oleadas de migrantes europeos y asiáticos, los esclavos venidos de África y las etnias indígenas, pero la integración nunca funcionó en el último país de América en abolir la esclavitud (1888).
Hoy, en pleno Gobierno de la ultraderecha, el presidente Jair Bolsonaro afirma que el racismo es una cosa poco frecuente en Brasil, pero las estadísticas dicen lo contrario- el 73 % de los 52,5 millones de pobres que había el año pasado eran negros, según datos del propio Ejecutivo.

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EFE
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